domingo 22 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 01-06-2021
UN MOMENTO PATRIMONIAL CRUCIAL


Nuevamente tendremos un celebración del Patrimonio Cultural Chileno en época de Covid19; siendo así, las cosas son distintas aunque no menos interesantes. Si el patrimonio se conforma por las manifestaciones de culturales de grupos humanos, ¿por qué no revisar nuestro patrimonio familiar? Miremos el entorno y pongamos en valor recuerdos, prácticas y artefactos empolvados por la modernidad.
Podríamos partir mirando la cocina, mágico lugar en que todo se funde y fluye hacia cada rincón del vivir. No hace mucho, teníamos una cocina a leña o un fogón. La vida entera se hacía alrededor del fuego! Cocinar, secar ropa, calefaccionarse, iluminarse y estrechar lazos. El fuego, como elemento catalizador, modelaba todo. Y en torno a él, bailaba la cayana sobre las llamas tostando los granos, se colgaba el trípode que sostenía una olleta con la sopa del día, sencillos y enjundiosos platos; el humo imprudente que a veces nos hacía lloriquear y que, en un decimonónica técnica, iba preservando carnes y embutidos, reservas para los largos inviernos; en tanto la ceniza servía para cocinar las tortillas de harina, los huevos o las papas, hacer jabón, preparar la lejía para las aceitunas y controlar los piojillos de las gallinas. La misma ceniza tapaba las brasas hasta la mañana siguiente, en que se desenterraba el fuego, y se soplaba, como una acto de vida para comenzar otra jornada.
Los artefactos utilitarios eran de fierro fundido o enlozado, estos últimos siempre de color menta, celeste, azul, ribeteados del mismo color, menos intenso. Y la loza, de nuestra fábrica nacional Lozapenco. Blancos o beige con un ribete verde y –para ocasiones más especiales- el maravilloso plato Willow, el clásico azul con un bucólico paisaje que incluía castillo y árboles. Para lavar, jabón Gringo con agua caliente. Los paños, sábanas y manteles se hervían para blanquearlos con Azul (oh, contradicción!) y almidonarlos con una mezcla de agua y maicena.
Para calefaccionar el resto de la casa, el clásico carbón en brasero que más de una tragedia aportaron con sus gases mortales y quemaduras profundas. El secador redondo de mimbre tenía por misión no solo sostener la ropa para secarla sino, también, evitar que uno se enredara. Y recordando ese olorcillo a carbón se asocia acaso una sencilla delicia: poner un poco de azúcar en una taza, dejar caer una brasita para que la queme, ponerle agua hirviendo y una hojita de menta. Si no un gusto, era la salvación de muchas onces de presupuestos estrechos. Azúcar sobre el para endulzar la vida y sal, para botar los brujos.
Utensilios para cada acción, muchos de ellos reciclados desde otra cosa, nos hablan de un ingenio que se perdió en manos del comercio a destajo. Las escobas barrían hasta convertirse en chongo (buena palabra) y ahí se embarrilaban con géneros viejos y teníamos un trapero para encerar y claro, si no había chancho de mano para abrillantar el piso, bien servía la chomba dada de baja. Una tabla cualquiera, forrada en un pedazo de frazada y luego un trozo de toalla y ya podíamos planchar sobre la mesa de comedor sin dejar la mancha de calor producto de una potente plancha a carbón! La tapa del tarro de café, un clavo y una piedra (en caso de no tener martillo) y nacía una rallador extra. Continuando con el tarro de café, un poco de aceite rancio o parafina, un hoyito en la tapa, un pedazo de trapo y… chonchón iluminador. Los cuescos de nísperos se convertían en payayas y los botones en runrunes. Y si de juegos se trata, más simple que un elástico largo anudado en un extremo y ya teníamos horas de entretención sumándole además de naipes, ludo, Dominó, Bachillerato, Puntitos.
Estos recuerdos que estoy tejiendo a crochet con hilo Carmencita, son transversales a muchas familias chilenas, que aprendimos el valor del ahorro y a maximizar la utilidad de las cosas, entendiendo que no era el precio per se sino el valor de la prestación que otorgaban, cómo nos facilitaban la vida y se les respetaba por eso. Esta última frase que acabo de escribir me hace traspolar lo que menciono con una de las premisas que la famosa Marie Kondo, gurú japonesa del orden doméstico: "Has valorado cada pertenencia que tienes y cada una de las que te quedas te hace feliz, todo tiene un propósito”. Heredar ropa, guardar hilos, géneros y varios “varios” nos enseñó que las cosas valen por lo que nos traen a la memoria, con lo que nos conectan, como un puente invisible pero firme y que nos sostiene. Y que hicimos con esto? Darle la espalda y pensar que todo está añejo, que deben caer las antiguas estructuras y los atrasados pensamientos que no nos dejan avanzar hacia lo mejor. Y ¿Qué es lo mejor? Ni lo pasado ni lo nuevo, sino lo vivido. Eso es lo importante, todo lo que nos hizo, los cimientos sobre lo que fuimos construyendo eso anhelado. Debemos enseñarles a nuestros hijos la cultura del reciclaje como un medio para no llenar de desechos nuestro planeta ni dejar una huella de carbono del terror, debemos enseñarles que todo lo que aprendemos deja en la memoria individual y colectiva una impronta imperecedera y, precisamente, lo colectivo nos hace fuertes.
Cada generación surge de un tiempo cultural particular, que genera un gran impacto en la vida de las personas y las relaciones intergeneracionales. Entonces, estamos en el momento correcto. Revisar el patrimonio cultural nos da la posibilidad de elegir qué mundo queremos construir a partir de las experiencias vividas. Estamos transitando un doloroso pero maravilloso momento en que podemos elegir abandonar un vivir y convivir poco ético, centrado en la competencia individual y la negación de lo colaborativo para construir una cultura de la conciencia de la responsabilidad mutua.
Lo que ya hicimos no fue todo mal, por el contrario, nos sirvió de apresto para ir mejorando. No desestimemos lo antiguo como bizarro y despreciable. Observémoslo como el sustrato de vidas mejores.
Les invito a revisar la página web que sostiene las fotos del maravilloso artista don Enrique Maturana, en https://fotografoenriquematurana.jimdofree.com/ ( lo pueden goglear como “a Linares con amor”) Inigualable documentos histórico, el Maestro Maturana –cual si fuera un Pepe Grillo- nos trae a colación quienes fuimos.
También me permito recomendarles el sitio https://tradicionoraldelinares.webnode.cl/ (gogleable como “tradición oral de Linares) música, cuentos y tradiciones que nos llevan y traen recuerdos.
Ya sabemos lo que fuimos, ahora acordemos en qué queremos convertirnos.

(María de la Luz Reyes Parada)
Freddy Mora | Imprimir | 785