22-04-2025
LA TORMENTA
Mariano Roca
En la penumbra que anunciaba el amanecer, flotaba una sensación de inquietud presagiando un día sombrío. La atmósfera, densa y cargada, se presentaba amenazante, como si la naturaleza estuviese a punto de desatar su furia. El viento, con su triste gemido, parecía anunciar la pronta llegada de una tormenta, una tempestad que arrasaría con todo a su paso. En esta sombría circunstancia, era casi seguro que la escuela permanecería desierta, sin la presencia bulliciosa de los estudiantes.
Anselmo, consciente de la inclemencia del tiempo, se había protegido con su fiel sombrero de fieltro gris, que alguna vez había sido negro. Además, se había protegido con su gruesa manta de castilla, anticipando la lluvia que seguramente lo acompañaría en su travesía hacia la escuela, que no era más que una modesta mediagua enclavada entre los cerros. Mientras avanzaba por el pedregoso camino, sus pensamientos, como pájaros asustados, saltaban de un tema a otro, sin orden ni concierto, en una suerte de asociaciones mentales incontrolables. Su mente, como un torrente desbordado, discurría sin rumbo fijo, hasta que, de repente, se sumergió en las profundidades del pasado distante. Las imágenes de aquellos tiempos remotos, como fantasmas, comenzaron a cobrar vida en su memoria, señalando la razón que lo había llevado a ese apartado rincón de la patria, a ese lugar olvidado por el tiempo. A pesar de que habían transcurrido muchos años desde los acontecimientos que lo habían relegado condenándolo al desarraigo, los recuerdos permanecían frescos y nítidos en su mente, como si hubieran ocurrido ayer.
El tiempo que había permanecido en cautiverio, un período de soledad y sufrimiento, aún lo atormentaba en sus sueños. Sin embargo, en el fondo de su alma, sabía que había salido relativamente ileso, que había tenido suerte, quizás porque, a pesar de compartir los ideales de sus compañeros, nunca había querido inscribirse en el partido, una decisión que lo había salvado de un destino aún peor.
Pero la suerte no lo había eximido de las consecuencias. La cárcel, con sus murallas frías y su oscuridad, y la relegación, el destierro a ese territorio remoto, habían sido el precio que había tenido que pagar por sus convicciones, por los sueños utópicos que acarició junto a tantos otros jóvenes como él. En fin, no era tan difícil, se dijo a sí mismo, tratando de encontrar consuelo en el estoicismo. Al final, uno se acostumbra a todo, pensó, como si quisiera convencerse de la veracidad de sus palabras.
Pero inmediatamente después de pronunciar estas palabras en su mente, lo acometió un violento sentimiento de culpa y vergüenza. Pensó en sus colegas, sus compañeros, aquellos que habían permanecido en las celdas, sufriendo el dolor de las torturas, la humillación y el maltrato. Lo que él había experimentado, aunque doloroso, no era comparable con el sufrimiento de sus compañeros, aquellos que habían pagado un precio mucho más alto por sus ideas.
Aunque solo había permanecido un año en prisión, le había parecido una eternidad, una confusa nebulosa de días y noches interminables. Se felicitaba por la suerte que había tenido, por haber escapado de las garras de la tortura y la muerte. Sin embargo, al igual que muchos otros, jamás podría olvidar las huellas imborrables que habían dejado las vejaciones a las que había sido sometido, las cicatrices, aunque invisibles, lo acompañarían por el resto de su vida.
Tampoco podría olvidar las risas llenas de crueldad de los verdugos, aquellos seres que habían dejado atrás su humanidad para convertirse en bestias que se deleitaban con el sufrimiento del otro, que disfrutaban torturando a sus víctimas, que se refocilaban en el dolor y la humillación. Esas estentóreas risas, como ecos macabros, resonaban en su mente, atormentándolo con su crueldad.
La tormenta, como un monstruo furioso, se había desatado, descargando su ira sobre la tierra. Los cielos se rompieron, liberando una lluvia torrencial que empapaba todo a su paso. Por suerte, Anselmo ya estaba casi en la escuela, a salvo de la furia de la naturaleza, pero no de los fantasmas de su pasado.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/un-encuentro-en-la-palabra-taller-literario-deacion-puedes-modificarla-pero-conserva-el-form-la-agrupacin-cultural-germn-mourgues-bernard | 22-04-2025 06:04:28