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Opinión 13-08-2022
LA CASA CUELLAR, HERMOSA EVOCACIÒN, PERO…

JAIME GONZALEZ COLVILLE
Academia Chilena de la Historia
El pasado 5 de agosto, fuimos sorprendidos por la grata prosa de María Cristina Farr sobre Rabones. Su remembranza de ese rincón agreste, tan unido a nuestra infancia y juventud, no podía ser más transparente y emotiva. Muchas veces, incontables y perdidas en la memoria, miramos absortos esas estrellas casi al alcance de la mano. Como antaño, colgaban los copihues en el entorno del puente de madera sobre el Putagan, o en las noches, las luciérnagas, (me dicen que extinguidas), encendían su embrujadora lamparita azul. Alguna vez, en mis últimas notas sobre Rabones, deslicé críticas al pavimento que hoy cubre el olor a tierra campesina de los viajes. Pero es el progreso.
El 10 de agosto, María Cristina habla de la Casa Cuellar, hoy en riesgo inminente de caer y sobre la cual mi amigo Luis Valentín Ferrada publica una laudatoria nota a la cual pondría mi firma. Es que entretanto artículo de voces estentóreas, amenazantes, premonitorias de tragedias o desastres, la prosa de María Cristina es descorrer los visillos de una pieza oscura en un día de sol.
Pero la Casa Cuéllar nos reitera una preocupación de hace muchos años: en 1975 la visitamos con don Julio Chacón del Campo. El inmueble estaba en su plenitud, de corredores, piezas añosas y cuadros antiguos. En 1985, con la Gobernación Provincial, colocamos una placa en la pared exterior recordando el Te Deum que allí hizo oficiar O’Higgins, a la sombra del peumo, tras ocupar militarmente Linares, el 6 de abril de 1813.
Pero retrocedamos en el tiempo: esa residencia fue construida a fines del siglo XVII por don Josè Barros, casado con doña Ángela Vásquez. Eran las casas de la hacienda de Pilocoyán, propiedad de ese matrimonio y quienes engendraron varios hijos e hijas.
En 1788, cuando se debatió la idea de fundar Linares, el Gobernador Ambrosio O’Higgins hizo examinar varios lugares: Viznaga en Villa Alegre, Putagán e incluso Yerbas Buenas. El intendente Francisco de la Mata Linares dejó la decisión en manos de don Juan Martínez de Rozas, quien finalmente optó por las tierras de Pilocoyán, entonces en poder de doña Ángela Vásquez, viuda ya de don Josè Barros. Se le pidió vender las cuadras necesarias, pero la terca dama se negó. Se concluyó con una poco grata expropiación que los herederos de la dueña lograron cobrar sólo en 1822.
Pero en esa casa nació Linares. A la sombra del peumo, Martínez de Rozas debatió los detalles con los vecinos, diseñó el plano y determinó de dónde vendría el agua, para lo cual se eligió al rio Ancoa. El 21 de diciembre de 1794, Martínez de Rozas volvió a esta solariega residencia acompañado de alarife y el agrimensor Francisco de Cárdenas, quien hizo el primer plano de la Isla del Maule y de la Villa de Linares
Desde ese punto (o esa casa) se trazaron dos líneas formando un ángulo recto, hacia el oriente y el norte, para luego asignar solares a los vecinos fundadores.
O sea, dicho en buen romance, en ese inmueble abandonado, en riesgo de derrumbe (lo cual creemos ocurrirá en cualquier momento) emergió la Villa de Linares y entre sus paredes, los habitantes fundadores esbozaron sus sueños y anhelos.
Sabemos que ha habido promesas de autoridades, formulación de proyectos de parte de políticos, ofertas de uno y otro lado, pero la casa, cual anciana que agoniza, espera su próximo deceso.
Ahora, ¿Por qué se denominó Casa Cuellar? En viejas escrituras notariales se refieren al inmueble como “lo de Barros”, por su constructor y primer dueño. Pero sucedió que una de las bisnietas de doña Ángela, Rafaela Ibañez del Campo, casó a mediados del siglo XIX con don Juan Enrique Cuéllar, pasando entonces a denominarse “Casa Cuéllar” y así aparece en el periódico La Idea de Linares, en 1877, ofreciendo talaje o venta de productos.
Agradecemos y valoramos la pluma de María Cristina Farr en nuestro espectro lírico. Nos ha regalado dos joyas de su pluma. Esperamos más producciones de su fino talento. Es necesario volver a lo más etéreo de la sensibilidad perdida por estos días.
Freddy Mora | Imprimir | 3629