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sábado 02 de noviembre del 2024
Opinión 02-11-2024
La maquinaria política sigue ganando
Francisco Leyton
Abogado, Magíster en Gestión y Políticas Públicas
Quisiera detenerme en un fenómeno que, aunque obvio y repetitivo, no deja de ser devastador: la maquinaria política sigue ganando. Esta maquinaria, ese entramado aceitado de pactos, intereses y transacciones, perpetúa la inercia que mantiene en pie una estructura que cada vez se aleja más del sentido profundo de lo humano y lo comunitario. Y es que la política, que alguna vez soñó con ser un espacio para imaginar futuros distintos, parece haberse transformado en el campo donde prima el cálculo antes que la convicción, el beneficio antes que la visión.
Vivimos en un tiempo donde las ideas, esas que deberían ser el combustible que encienda la acción pública, se ven relegadas por el pragmatismo más frío. Cada elección, cada proyecto, parece decidido no por su mérito sino por su funcionalidad en el tablero del poder. Aquellos que intentan abrir caminos nuevos, sin padrinazgos ni pactos bajo la mesa, se encuentran atrapados en un laberinto del que pocos logran salir ilesos. Porque, lamentablemente, el sistema premia la repetición de fórmulas conocidas y castiga la audacia.
Se habla mucho de renovación, pero ¿qué renovación es posible cuando el sistema mismo tritura al que se atreve a no bailar al ritmo de su música? Aquellos que intentan hacer política desde otro lugar, desde la coherencia, desde las convicciones auténticas, son vistos como ingenuos. La maquinaria tiene sus tiempos, sus ritos, y quien no los respeta es devorado o invisibilizado.
Nos enfrentamos entonces a una paradoja: clamamos por un cambio, pero seguimos alimentando las estructuras que perpetúan lo mismo. Tal vez porque el cambio profundo nos asusta, o tal vez porque, como sociedad, aún no hemos encontrado el lenguaje que pueda romper con la gramática del poder que hoy nos gobierna.
Sin embargo, aún hay esperanza. Siempre la hay. Las ideas, aunque aplastadas y silenciadas, persisten. Surgen en rincones inesperados, en movimientos pequeños pero intensos, en conversaciones al margen del espectáculo político. La maquinaria, por más poderosa que sea, no es invulnerable. Y quizás, lo que más teme, es precisamente eso: la irrupción de lo inesperado, lo genuino, lo nuevo.
Un ejemplo de esta resistencia surge desde La Fuerza del Maule, con un grupo de profesionales que han demostrado que es posible hacer política desde las ideas y no desde las imposiciones de la maquinaria. Desde allí, se ha reafirmado que la convicción y la creatividad aún pueden abrir caminos para transformar lo imposible en realidad. Porque cuando las ideas inspiran la acción, incluso los sistemas más rígidos se tambalean.
Abogado, Magíster en Gestión y Políticas Públicas
Quisiera detenerme en un fenómeno que, aunque obvio y repetitivo, no deja de ser devastador: la maquinaria política sigue ganando. Esta maquinaria, ese entramado aceitado de pactos, intereses y transacciones, perpetúa la inercia que mantiene en pie una estructura que cada vez se aleja más del sentido profundo de lo humano y lo comunitario. Y es que la política, que alguna vez soñó con ser un espacio para imaginar futuros distintos, parece haberse transformado en el campo donde prima el cálculo antes que la convicción, el beneficio antes que la visión.
Vivimos en un tiempo donde las ideas, esas que deberían ser el combustible que encienda la acción pública, se ven relegadas por el pragmatismo más frío. Cada elección, cada proyecto, parece decidido no por su mérito sino por su funcionalidad en el tablero del poder. Aquellos que intentan abrir caminos nuevos, sin padrinazgos ni pactos bajo la mesa, se encuentran atrapados en un laberinto del que pocos logran salir ilesos. Porque, lamentablemente, el sistema premia la repetición de fórmulas conocidas y castiga la audacia.
Se habla mucho de renovación, pero ¿qué renovación es posible cuando el sistema mismo tritura al que se atreve a no bailar al ritmo de su música? Aquellos que intentan hacer política desde otro lugar, desde la coherencia, desde las convicciones auténticas, son vistos como ingenuos. La maquinaria tiene sus tiempos, sus ritos, y quien no los respeta es devorado o invisibilizado.
Nos enfrentamos entonces a una paradoja: clamamos por un cambio, pero seguimos alimentando las estructuras que perpetúan lo mismo. Tal vez porque el cambio profundo nos asusta, o tal vez porque, como sociedad, aún no hemos encontrado el lenguaje que pueda romper con la gramática del poder que hoy nos gobierna.
Sin embargo, aún hay esperanza. Siempre la hay. Las ideas, aunque aplastadas y silenciadas, persisten. Surgen en rincones inesperados, en movimientos pequeños pero intensos, en conversaciones al margen del espectáculo político. La maquinaria, por más poderosa que sea, no es invulnerable. Y quizás, lo que más teme, es precisamente eso: la irrupción de lo inesperado, lo genuino, lo nuevo.
Un ejemplo de esta resistencia surge desde La Fuerza del Maule, con un grupo de profesionales que han demostrado que es posible hacer política desde las ideas y no desde las imposiciones de la maquinaria. Desde allí, se ha reafirmado que la convicción y la creatividad aún pueden abrir caminos para transformar lo imposible en realidad. Porque cuando las ideas inspiran la acción, incluso los sistemas más rígidos se tambalean.
Freddy Mora | Imprimir | 118