miércoles 15 de enero del 2025
El Diario del Maule Sur
FUNDADO EL 29 DE AGOSTO DE 1937
Hoy
Opinión 07-08-2024
ADELHEID KLUGKIST NIESE DE ROSENKRANZ (2) Fundadora de la Cruz Roja, filial Linares
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(Manuel Quevedo Méndez)

La Cruz Roja de Linares crecía, y en el corazón de los linarenses aumentaba el cariño que sentían por la gran benefactora. Cada 24 de julio (su cumpleaños), llegaban autoridades y los más humildes hasta la casa familiar a presentarle sus respetos. Los saludos se iniciaban temprano con una diana, interpretada por la banda de la Escuela de Artillería y delegaciones de las brigadas juveniles de la Cruz Roja se formaban en la calle Brasil.
Se cuenta una anécdota que, al no estar escrita, se ha transmitido oralmente.: “cierto atardecer, estando “Laila” en casa, escribiendo una carta, sintió que alguien se paraba a su espalda. Dándose vuelta, a boca de jarro se encontró un sujeto, que la hizo presentir estar en presencia del temible bandido Ciriaco Contreras.
Ella solo atinó a preguntar: “¿Ciriaco Contreras?”, a lo que él respondió: “Para servirla señora”. El bandido le señaló que sabiendo que ella era una persona de buen corazón, nada debía temer y que solo le facilitara un caballo para huir. Llena de pánico, “Laila” le pasó las llaves de acceso a las pesebreras y no volvió a ver al bandido. Días después, alguien no identificado dejó el caballo amarrado en un árbol frente a la casa.
Desde entonces, por mucho tiempo, un policía municipal (aún no existía Carabineros de Chile), la acompañó al atardecer cuando regresaba a la casa desde la Cruz Roja, donde acudía todos los días a prestar ayuda.
Contrario a lo que se pueda pensar, “Laila” no era una persona de fortuna, sin embargo, su preocupación constante fueron los pobres y necesitados de Linares. Diariamente, dejaba en un platillo modestas sumas de dinero, con instrucciones de darlas, sin preguntar nada, a quien viniera a golpear la puerta en busca de ayuda. Ello hizo que fueran muchos los que, conociendo de su generosidad, acudieran a “Mi Laila”, como cariñosamente empezó a denominarla el pueblo, considerándola como alguien más de la familia.
Con la crisis de los años treinta, la situación alcanzó niveles insospechados. Intentando paliar tanto desamparo y enjugar lágrimas, comenzó a distribuir pequeñas raciones de pan candeal y si no alcanzaba, en oportunidades ordenó que su propio almuerzo fuera entregado a los pobres.
Queriendo entregar un mínimo de abrigo, compraba tela para confeccionar camisones para los menesterosos y con los sacos de cemento de la fábrica de tubos y baldosas, fabricó rudimentarios impermeables para que los niños no se empaparan con la lluvia. Ante esta generosidad, todos los días se formaban filas interminables frente a su casa, de gente pidiendo ayuda. Muchos acampaban junto a la Virgen del Carmen, en un terreno aledaño a la casa que “Laila” donara al Obispado de Linares, para que se erigiera la imagen religiosa.
Queriéndolos sacar del frío y la lluvia, por gestiones suyas los pobres fueron albergados en la cárcel de Linares cuya construcción había quedado paralizada. Ello terminó por minar sus fuerzas y ante tanto desamparo que con sus escasos medios no lograba paliar, enfermó y cayó en una profunda depresión.
Ocupados de su salud, los médicos le ordenan reposo absoluto, y prohibición total de siquiera asomarse a la puerta de calle, solicitando a Carabineros que acordonaran la casa e impidieran que la gente continuara llegando en busca de ayuda; con dolor se resignó y obedeció la orden médica, viendo además que su casa, como lo señaló “La Provincia” de Linares era denominada “Templo de la Bondad”, quedó vedada a los pobres y desamparados.
En medio de tantos ajetreos se produjo la imprevista muerte de su yerno, Desiderio Kreft, esposo de su hija Anita, quien quedó viuda relativamente joven y con varios hijos, si bien no pequeños, jóvenes aún que necesitaban de la presencia paterna. Sin duda, aunque en escala diferente, “Laila” vio repetirse en su hija una situación que ella había sufrido, por eso acompañó y protegió a sus nietos hasta el día en que Dios se la llevó.
La crisis comenzaba a ceder y el Frente Popular elevaba a la primera magistratura de la nación a d. Pedro Aguirre Cerda, el ambiente social una vez más se convulsionaba y el país vivía horas de incertidumbre.
Fue entonces que se produjo el violento terremoto de Chillán, que sembró en nuestra patria espanto y la desolación. Una vez más “Laila” dijo presente y supo encausar ayuda solidaria hacia quienes habían resultado heridos o perdido un ser querido o visto como sus casas quedaron reducidas a escombros. Vino la reconstrucción y las ciudades y pueblos destruidos renacieron. Lentamente, pero renacieron. Para ella fueron días de trabajo inagotable y mucho sacrificio que el pueblo supo agradecer.
Los horrores del terremoto comenzaban a quedar atrás, en Linares fallece su hermana Wilhelmine, quien se había ido a vivir con ella acompañándose mutuamente. Partida que mucho la afectó. Era la última de sus hermanas y con la cual había compartido momentos de alegría y de profundo dolor.
En el intertanto, el mundo se convulsionaba; a mediados de año en Europa estallaba la Segunda Guerra Mundial, que rápidamente tomaría un incremento nunca antes visto en la historia de los conflictos humanos. A su término, Alemania, la tierra de sus antepasados quedó en ruinas. El hambre y la miseria tocó a todos los estamentos.
Conocedora de ello, “Laila” organizó una nueva campaña solidaria, a favor de las víctimas de la contienda y recolectó toda clase de ayuda. En camiones de la Escuela de Artillería, la ayuda recogida y remitida a Valparaíso; por intermedio de la Cruz Roja Internacional hecha llegar a destino.
De energía incansable y viendo que la situación del hospital requería de atención, aunó voluntades y personas de buen corazón creando la “Sociedad de Amigos del Hospital de Linares”; sin descuidar a su querida Cruz Roja, llevó aportes generosos al hospital, sábanas, colchones y elementos necesarios al centro asistencial. Sería su última actuación pública, su salud se había deteriorado y sus actividades restringidas drásticamente.
En un pequeño accidente casero perdió la vista en uno de sus ojos y posteriormente, debido a la radiación aplicada para sanar una herida facial, perdió la visión del otro. Ella, que era toda acción se vio confinada a su dormitorio y pequeñas caminatas por los corredores de la casa. A quienes llegaban a verla, la primera pregunta que les formulaba: “Cuénteme, ¿cómo está la Cruz Roja?”. Queriendo darle una alegría, la llevaron en auto a la sede, no pudo bajase, pero tuvo la alegría de escuchar las voces de quienes habían sido leales colaboradores.
Con su salud resentida, cayó postrada. de donde no fue capaz de levantarse. Sufrió grandes dolores, sin queja alguna, soportando con cristiana resignación la enfermedad que la aquejaba. La madrugada del martes 12 de septiembre de 1950 su cuerpo cansado no resistió más y su alma de una bondad ilimitada partió al encuentro del Señor, a recibir la recompensa que Él tiene destinada a quienes, en esta vida, han pasado haciendo el bien.
El velatorio se realizó en su casa, pero a petición del pueblo, que quería rendirle postreros homenajes, sus restos son trasladados a la sede de la Cruz Roja, donde la sociedad, desde el más poderoso, al más humilde desfilaron junto a su féretro, mientras las voluntarias hacían guardia de honor.
Sus funerales, el día 13 en el cementerio parroquial de Linares, dieron lugar a una de las muestras de pesar más grande en la historia de la ciudad. Escoltada la carroza por las voluntarias de la Cruz Roja, mientras la banda de la Escuela de Artillería encabezaba el cortejo, que integraban la Cruz Roja Juvenil, los Liceos de Hombres y Mujeres y delegaciones de todos los estratos sociales, quienes con lágrimas en los ojos rendían postrer tributo.
En el cementerio, doña Flor M. de Arlegui, a nombre de la Cruz Roja de Linares, señaló: “… dama delicada y sensible, con visión de mujer profundamente cristiana, fundó la Cruz Roja de esta ciudad, para servir al pobre y al humilde, para tender la mano afectuosa y generosa a un enfermo o a un desamparado, con sus acogedores brazos de madre. Sus ojos claros traducían belleza de espíritu, sonrientes, sin egoísmo, fáciles de enternecerse cuando no podía prestar la ayuda solicitada.
El alcalde Alberto Camalez expresó: “…no había personalidad importante que llegara a estas tierras sin alternar con ella y nadie discutía que era la más indicada para representar con mayor derecho las virtudes y condiciones de nuestras damas. Las puertas de su hogar nunca permanecieron cerradas para consolar y ayudar a quienes llegaban en busca de auxilio material y moral”.
“En el retiro de su noble y meritoria ancianidad, a pesar de sus años y quebrantada salud, su pensamiento estaba en las necesidades de los demás y su obsesión de ayudar a los desamparados. Privándose, en ocasiones de lo que por su situación le correspondía, para ella estaban antes los otros, que los suyos y su propia persona”.
Diario “El Heraldo” escribió: “Ha fallecido una gran dama. Una reliquia de la sociedad de Linares que ha constituido un símbolo a través de los años. Esta digna señora supo adentrarse en el corazón de los linarenses, para hacerse acreedora del noble título de “Hija de esta tierra”.
Julio Chacón del Campo, en su libro “La Provincia de Linares” escribió: “A la señora Rosenkranz le debe Linares grandes cosas. La fundación y el sostenimiento de la Cruz Roja es obra exclusiva de su labor altruista. Nadie podrá desconocer que ella únicamente ha sido la que más ha influido con su ejemplo y sus costumbres en la formación de la nueva sociedad de Linares”.
Nota del autor: agradecimientos muy sinceros a Sergio Barriga Kreft, por la gentileza de compartir textos y fotos relacionados con su bisabuela. Gran ayuda para recordar y poner en valor, a quien fuera fundadora de la Cruz Roja Filial Linares, texto de una riqueza con hechos y situaciones que permiten dimensionar el legado que dejó su bisabuela Laila.


Freddy Mora | Imprimir | 511