domingo 22 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
FUNDADO EL 29 DE AGOSTO DE 1937
Hoy
Opinión 20-11-2022
CRISTO, REY DEL UNIVERSO Domingo, 20 de noviembre de 2022

Con esta Fiesta de hoy cerramos el Ciclo de este Año Litúrgico. El próximo Domingo ya comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el Primer Domingo de Adviento, en preparación para la Navidad. Pero hoy celebramos a Cristo como Rey del Universo.

Las Lecturas de hoy mencionan el Reino de Dios, el Reino de Jesucristo. En el Evangelio (Lc 23, 35-43), vemos el bellísimo y conmovedor relato del “buen ladrón”, crucificado al lado del Señor.

1.- Vemos a Dimas mostrar y declarar su fe en que Aquél que está crucificado a su lado es ¡nada menos! que el Rey del Universo, mientras que el delincuente que está del otro lado, piensa y dice todo lo contrario. Observemos, entonces, cómo las gracias divinas son suficientes para cada uno, pero veamos también cómo las respuestas de los seres humanos pueden ser diametralmente opuestas.
Y Dimas, el “buen ladrón”, reconoce a Cristo como Dios y como Rey. Pero hay que notar que Dimas no ve un Cristo en la Transfiguración, mostrando su divinidad, ni ve un Cristo Resucitado mostrando su poder infinito, sino que está al lado de un Cristo fracasado, humillado, moribundo, en la misma situación que él. ¡Qué Fe más grande! Y esa Fe grande lo lleva al arrepentimiento verdadero, a un “arrepentimiento perfecto”, por el que reconoce sus crímenes. Y en esa situación se atreve a pedirle, un tanto temeroso: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.

2.- Y ese Rey bondadosísimo que es Jesucristo, que nos da mucho más de lo que nosotros sabemos pedirle, le promete a Dimas, el ladrón arrepentido, mucho más de lo que él se atrevió a pedirle, pues Cristo le asegura que no sólo se acordará de él, sino que lo llevará consigo a ese Reino en que él cree. Y que esto sucederá, no en un futuro lejano, sino que ese mismo día estará con Él en su Reino. ¡Qué grande es la Misericordia Divina con el pecador verdaderamente arrepentido! Ahora bien, el Reinado de Cristo -que es lo mismo que el Reino de Dios- viene mencionado muchas veces en la Sagrada Escritura. Y Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo. Pero, sin embargo, su Reino también está en este mundo. El Reino de Cristo no es de este mundo, pues Jesucristo no vino a establecer un poderío terrenal. Jesucristo no vino a establecer un poder temporal. En este sentido, su Reino no es terrenal, sino celestial. No es humano, sino divino. No es temporal, sino eterno.
Pero su Reinado está en medio del mundo: está en cada uno de nosotros. O, mejor dicho: está en cada uno de nosotros, cuando Cristo vive en nosotros y nosotros permitimos que ese Rey que es el Señor, reine en nuestro corazón, reine en nuestra alma, reine en nuestra vida.

3.- En 2 Sam 5, 1-3 nos trae la misma situación que ya sabemos sobre el reinado de Cristo: está en el mundo pero no es de este mundo. El hecho que nos narra este trozo del Libro de Samuel se refiere a un gran día para el Rey David y muy importante para el pueblo de Israel: las tribus del norte lo reconocen como Rey legítimo. Antes de este día, el reino de Israel estaba dividido y David sólo gobernaba la tribu de Judá. Sucedió que después de la muerte de Saúl, el primer Rey de Israel, las tribus del norte habían reconocido como Rey a uno distinto a David. Ese rey, aunque era hijo de Saúl, no había sido escogido por Dios como Rey. Se llamaba Isbaal y fue asesinado por algunos de sus mismos guerreros (cf. 2 Sam 4). Así que después de su muerte vinieron unos siete años de guerra civil y, finalmente, reconocen también los del norte a David como Rey y se unifica todo el país.

4.- David también conquista a Jerusalén, pues este distrito estaba en manos de los cananeos y, como quedaba en el centro, separaba a las tribus del norte de las del sur. Jerusalén, entonces, pasa a ser capital de este reino ahora unificado totalmente (cf. 2 Sam 5, 4-10). Y, desde ese momento, Dios designa a esa ciudad para ser símbolo de su presencia entre los hombres. Jerusalén pasará, luego de Cristo, a ser la imagen de la Iglesia por Él fundada. Además, Dios nos prometió otra Jerusalén, la Jerusalén Celestial que nos describe San Juan en el Apocalipsis. (cf. Ap 20 y 21)
El Salmo 121 nos habla de las peregrinaciones, cuando el pueblo de Israel visitaba el Templo de Jerusalén. Para nosotros, la nueva Jerusalén es la Iglesia, que es el centro de peregrinación de todos los que creen en Cristo. Esos creyentes en Cristo constituimos “las tribus del Señor”. Pero la Iglesia es también la imagen de la Jerusalén Celestial, “la Casa del Señor nuestro Dios”. Y hacía ya vamos peregrinando todos los que buscamos el Reino de Cristo.
Más adelante, después de la reunión de las tribus de Israel bajo el Rey David, Dios bendice a David y le promete un reino eterno: “Así dice Yahvé: ‘Yo pondré en el trono a tu hijo, fruto de tus entrañas y afirmaré su poder... Tu trono estará firme hasta la eternidad’” (2 Sam 7, 12-16).
Precisamente, Jesús es el descendiente del Rey David y Él dará inicio a ese Reino eterno, que es el Reino de Dios. (cf. Lc 1, 30-33)

5.- En Col 1, 12-20, San Pablo nos brinda un himno bellísimo de alabanza al poder de Cristo Rey. Cada frase de esta alabanza es digna de ser meditada por separado, pero para comprender aún mejor este maravilloso himno, es bueno ubicarse en la situación a la que San Pablo estaba dirigiéndose. En ese primer siglo del Cristianismo, cuando San Pablo escribió esta Carta (68 AD), comenzaba la “gnosis” (“conocimiento”), esa nefasta herejía ocultista, que aún existe en nuestros días. Consiste en que los seres humanos buscan, a través del ocultismo, un secreto “conocimiento” sobre el origen, la vida y el destino de los hombres y del mundo.
Los Colosenses habían comenzado a flaquear en su Fe, pensando que Cristo no era suficiente, que había que “complementarlo” con otras creencias. ¿No se parece eso a nuestra situación actual? Así, habían comenzado a agregar a su Fe en Cristo, erróneas y ocultas teorías, algo muy parecido a las herejías del New Age de nuestros días: Cristo aparecía como un personaje más entre otros muchos “ángeles” y hombres que se iban elevando al “trascender” en existencias sucesivas. Esas doctrinas secretas de los gnósticos pretendían ofrecer a los cristianos la manera de ser guiados a un “estado superior” para llegar a un reino de luz.
Esa situación a la que alude San Pablo en esta Carta es muy parecida a la nuestra. En nuestros días Cristo aparece debilitado y rebajado. Es considerado como un gran profeta a la altura de otros más. A su doctrina se le pretenden anexar complementos erróneos tomados de fuentes paganas. Algunos creen en la re-encarnación, en “maestros ascendidos” y en “ángeles” -que no son de los buenos. Este himno de San Pablo, entonces, puede servirnos, no sólo de alabanza a Cristo Rey, sino de profundo estudio y meditación sobre nuestra Fe.
Cristo no puede ser rebajado. ¡Él es Dios! “Es la imagen de Dios invisible”. Él existía antes que todos y todo fue hecho por Él y para Él (cf. Jn 1, 1).
San Pablo deja bien sentado que existe el reino de las tinieblas y el Reino de Cristo. Y Cristo tiene poder sobre todo lo que ha sido creado. Los poderes invisibles que ocupan un lugar muy importante en las creencias gnósticas de aquel entonces y de ahora, no son ¡nada! en comparación con Cristo. Y todos son gobernados por Él (cf. Ef 1, 20-21).
Y Cristo no sólo vino a liberarnos del poder de las tinieblas y a perdonarnos nuestro pecado, sino que nos trajo, además, la resurrección, esa maravilla que es mucho mejor que el irrealizable engaño gnóstico de la re-encarnación.
Y Cristo es el primer resucitado, pero nosotros también seremos resucitados si lo seguimos a Él con esa Fe y ese arrepentimiento verdadero, como el que tuvo Dimas, el “buen ladrón”.
¿Cómo se dará todo esto y cómo se reconcilian con Dios todas las cosas, las del Cielo y las de la tierra?

Conclusión: Veamos bien: Si Cristo es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos. ¿Correcto? Y ¿qué hace un súbdito? ¿Qué hace un subalterno? Hace lo que desea y lo que le indica su Rey, su Jefe. Por eso decimos que el Reinado de Cristo está dentro de nosotros mismos, pues Cristo es verdadero Rey nuestro cuando nosotros hacemos lo que Él desea y lo que Él nos pide.
¿Qué nos pide ese Rey bondadosísimo que es Cristo? Él nos pide lo que nos muestra con su vida: que hagamos la Voluntad del Padre. En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. Así es como el Reinado de Cristo comienza por nosotros mismos: cuando comenzamos a buscar hacer la Voluntad de Dios. Así Cristo es Rey de cada uno de nosotros. Su Reino en medio del mundo depende de nosotros: depende de cuántos vivamos nuestras vidas según la Voluntad de Dios.
Y ¿qué es hacer la Voluntad de Dios? 1º) cumplir los mandamientos; 2º) aceptar lo que Dios permita para nuestra vida; 3º) hacer lo que creemos que Dios nos pide. Cumpliendo esto, Cristo puede reinar dentro de cada uno de nosotros.
El Reino de Cristo es un Reino de Verdad, pues Cristo nos revela la Verdad que es Él mismo. Es un Reino de Vida, pues Cristo vive en nosotros por medio de la Gracia Divina, que recibimos especialmente en los Sacramentos. Es un Reino de Santidad, pues por medio de esa Gracia -debidamente recibida y acogida por nosotros- Dios nos santifica.
Es, además, un Reino de Justicia, Amor y Paz, en la medida que nosotros los seres humanos, súbditos de ese Rey, busquemos y hagamos su Voluntad. De esa manera las relaciones entre los hombres serán guiadas por ese Rey que nos comunica su Verdad, su Vida, su Gracia, su Santidad, su Justicia, su Amor y su Paz.
Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta de Cristo Rey en 1925. Ese es el propósito que persigue la Liturgia de la Iglesia al colocar esta Fiesta importantísima al final del Año Litúrgico.
Si el Reinado de Cristo -comenzando por cada uno de nosotros los Católicos- se extendiera de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero, ¡cómo sería todo diferente!

(*)Mario A. Díaz Molina es Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

Freddy Mora | Imprimir | 1101