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domingo 23 de febrero del 2025
Opinión 23-02-2025
DOMINGO 7 DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO "C" PERDÓN DOBLE VÍA: PERDONAR Y PEDIR PERDÓN DOMINGO, 23 DE FEBRERO DE 2025
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El Sermón de la Montaña, que continúa el Evangelio de hoy, fue predicado por Cristo los primeros meses de su vida pública, y contiene un resumen de lo que podríamos llamar la clave de su Evangelio: la nueva ley del amor. El Evangelio nos trae, entonces, otra paradoja del Señor, inmediatamente después de las “Bienaventuranzas”, que tuvimos en el Evangelio del domingo anterior.
He aquí esta nueva paradoja: “Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difamen”. (Lc. 6, 27-38)
1.- ¡Qué difícil es seguir esta máxima de Jesús! Siendo Dios y Hombre verdadero, El bien sabe que, ante la crítica, la injusticia, los insultos y calumnias, la naturaleza humana herida como está por el pecado, automáticamente reacciona con sentimientos de rencor, de desquite… y hasta de venganza. Con todo y esto, la máxima que nos da el Señor no es un acto de heroísmo exigido sólo a los más santos, sino que es un deber “normal” de todo cristiano.
2.- Es cierto también, como nos hacía ver el Papa Juan Pablo II en uno de sus mensajes Cuaresmales, que el perdón a los enemigos es una singularidad del cristianismo, porque la exigencia del perdón no está enunciada en ninguna otra religión.
Es así, entonces, como el perdón y el responder a la maldad con la bondad, es un deber... no una opción. Más aún, es una exigencia que no nos es posible dejar de cumplir. Veamos por qué:
3.- En la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, está la frase que nos demuestra por qué el perdón es un deber ineludible: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt. 6, 12).
Tan importante es este intercambio de perdones (el de Dios a nosotros y el de nosotros a los demás) que es la única frase del Padre Nuestro que Jesús nos explica enseguida de la oración... por si no la entendemos bien: “Queda bien claro que, si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt. 6, 14).
4.- Pareciera que Jesús quiso medir su Perdón con la misma medida de nuestro perdón. Si realmente nos diéramos cuenta de cómo somos, de cuánto le fallamos a Dios y a nuestros semejantes, podríamos comenzar a ser magnánimos y comprensivos, y podríamos empezar a comprender la necesidad que tenemos de ser perdonados y de perdonar.
Podríamos comenzar con revisarnos interiormente, porque no basta perdonar externamente, es decir, no desquitarse o vengarse de manera efectiva ante el daño recibido. Esto no basta. Recordemos que el deseo de venganza, como cualquier pecado, comienza a crecer en nuestro interior, y si allí se anida, brota en cualquier momento, en cualquier forma.
5.- Así, aunque no lleguen a expresarse externamente, es preciso -además- ir evitando todo sentimiento y pensamiento de rencor, de resentimiento, de falta de perdón, que pretendan anidar en nuestra alma. Esto ensucia el alma. Y Dios, que todo lo ve y todo lo conoce, se da cuenta de nuestros sentimientos ocultos en contra de nuestros semejantes.
6.- Debemos orar para perdonar. Un buen ejercicio de oración para aprender a perdonar es precisamente la frase del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Al rezar el Padre Nuestro y al repetir esta frase, se puede pensar en los que nos han ofendido y ponerlos ante el Padre Celestial, tal vez diciendo interiormente al Señor: “Tú sabes, Señor, lo que me cuesta. Tú sabes, Señor, lo que siento. No puedo perdonar. Pero sí quiero perdonar, porque Tú me lo pides. Perdona Tú en mí, Señor”.
7.- Pensar en cuánto necesitamos del perdón divino también puede ayudarnos a perdonar a los que nos han hecho daño. ¿Nos damos cuenta de lo necesitados que estamos del perdón de Dios? ¡Cuántas veces lo hemos ofendido y continuamos ofendiéndole! Sin embargo, El es Padre misericordioso y su Misericordia es infinita -como lo son todas sus cualidades, por lo que nos perdona siempre que le pidamos perdón... no importan cuántas veces, ni cuál sea la gravedad de la ofensa. Pero, a la vez, nos pide a nosotros lo mismo: “Perdonen y serán perdonados… Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”.
8.- Si hemos de imitar la Misericordia de Dios, necesariamente debemos reflexionar sobre esta cualidad de Dios Padre. Esta reflexión puede ayudarnos en nuestro aprendizaje de la misericordia, es decir, en ir aprendiendo a cambiar el deseo de venganza por la disposición a perdonar, la intención de desquite por el deseo de comprender, la ira por la cordialidad, el resentimiento por la magnanimidad. Y ¿cómo es esa Misericordia Divina que debemos imitar? Es tan grande como grandes son nuestras faltas para con Dios. Tan grande que nunca, nunca nos rechaza por nuestros rechazos a Él, ni por nuestras ofensas contra El, ni por nuestros insultos e injustas protestas… ni siquiera por la gravedad de la falta. Nunca nos reclama nuestras recaídas. Nunca nos echa en cara el habernos perdonado una y otra vez. En fin, nunca se cansa de perdonar, sino que se alegra cada vez que, arrepentidos, lo buscamos para recibir su perdón.
9.- Pero nuestra actitud más frecuente con relación a las ofensas recibidas ¿se parece a la de nuestro Padre Celestial que perdona todo, o se parece más bien a la del hombre aquel de la parábola a quien le fue perdonada una gran deuda y enseguida de esto casi mata a un deudor suyo que le debía una cantidad pequeñísima, comparada ésta con la muy grande que a él le fue condonada? Por cierto, Jesús termina la parábola sentenciando, que su Padre Celestial se portará con nosotros con gran severidad “si no perdonan de corazón a sus hermanos”. (cfr. Mt. 18, 23-35)
10.- El Salmo 102 nos trae la alabanza al Padre por su compasión y misericordia, la cual debemos imitar: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar”.
Ahora bien, el perdón tiene dos vías: hay que perdonar y hay que pedir perdón. Como bien nos dijo el Papa Juan Pablo II en uno de sus Mensajes Cuaresmales: “El único camino de la paz es el perdón. Aceptar y ofrecer el perdón hace posible una nueva cualidad de relaciones entre los hombres”.
11.- Pero ¡pensemos!: Cierto que la Misericordia de Dios es infinita. Pero requiere una sola cosa: nuestro arrepentimiento cada vez que le ofendamos. Es decir, no podemos andar confiando en la Misericordia Divina, de manera ingenua y presuntuosa, es decir, confiando en ella mientras vivimos en pecado, alejados de Dios y de espaldas a El, creyendo que la muerte –sea cual fuere la situación de nuestra alma- es como un pasaje directo a la salvación porque –como se oye decir con frecuencia de parte de muchos- “Dios es infinitamente misericordioso”. Sí lo es… pero con el pecador arrepentido, no con el pecador empecinado en el pecado.
12.- Y esta condición de Dios para otorgarnos perdón a través de su Misericordia Infinita también puede aplicarse a nuestras relaciones inter-personales. Tal vez muchas relaciones humanas se hacen dispares en la práctica de la misericordia. A veces sucede que se perdona sin que se haya pedido perdón, lo cual tiene como consecuencia el estímulo a una conducta inadecuada de parte del que es perdonado sin reconocer su culpa. Puede darse el caso contrario: a veces alguien pide perdón y no se le perdona, con lo cual el agraviado inicialmente termina por agraviar al no conceder perdón, mostrando una dureza muy lejos de la exigencia de misericordia que nos pide el Señor en imitación a El.
Conclusión: “El perdón”, nos dice el Papa Juan Pablo II en el referido Mensaje, “es un ‘arma’ que no sólo hace caer las metralletas en las guerras armadas, sino que también desarma los espíritus enfrentados en los conflictos familiares o en los litigios propios de la vida cotidiana”. Perdón doble vía: perdonar y pedir perdón.
(*)Mario A. Díaz Molina es Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.
Freddy Mora | Imprimir | 133
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