martes 25 de marzo del 2025
El Diario del Maule Sur
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Crónica 25-03-2025
Educación en Chile: una fábrica de fracasos
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Hiper Bóreo

“El hombre es un valor social”, decía el médico, sociólogo y filósofo José Ingenieros en su libro El hombre mediocre. Lo cierto es que esas condiciones para materializar ese concepto siempre han sido más o menos las mismas: un ambiente temprano -familia y colegio- donde se hacen exigencias y se imponen disciplinas. Es la educación en el hogar: un ecosistema de afecto y cuidado donde se inculcan en el niño costumbres y prácticas que han surgido, de manera tácita, del acomodo mutuo en la sociedad.

Paralelamente, opera la educación escolar, que no solo provee materias y conocimientos, sino que también adiestra y disciplina a los individuos mediante horarios, exámenes, calificaciones y normas de comportamiento.

Es la interacción de estos dos factores la que provee normas de comportamiento, valores y disciplinas necesarias para insertar a los individuos en los engranajes de lo que llamamos “Sociedad civilizada”. Sin embargo, el caso de la sociedad chilena está más próximo al estado de barbarie que al de civilización, salvo que solo asimilemos esta a la destreza de digitar un teclado con las habilidades psicomotrices de un chimpancé.

LOS HECHOS

Las agresiones recientes, como los ataques a una docente del Liceo de Excelencia de Trehuaco y a una profesora de San Javier, ocurren tras un 2024 en el que se registraron 553 denuncias de la misma índole, un 25% más que en 2023, según datos de la SUPEREDUC. Estos hechos no son más que una de las múltiples manifestaciones del colapso de los espacios que alguna vez impusieron disciplina y control. También se evidencian en los llamados “overoles blancos” de los liceos, en los “estudiantes” que queman un bus en hora punta, en los que arrojan bombas Molotov a mansalva con la esperanza de pegarle a un policía. Es, simplemente, la actitud que prevalece en muchos escolares de puños en alto y los ojos desorbitados que se hacen parte de la marcha y la toma.

DE TAL PALO

Es difícil esperar algo distinto. Basta con mirar el clima mental en que se desarrolla el escolar chileno promedio para entender la pérdida de control sobre la violencia escolar y la erosión de la disciplina, las normas de comportamiento y los principios básicos de convivencia. Sin una educación sólida en el hogar y en la escuela, es imposible que se desarrollen las facultades necesarias para entender estos conceptos.

Hace algunos años, el colegio dejó de ser un espacio de exigencia y normas para convertirse en un lugar donde impera la buena onda, la hospitalidad y el aprendizaje como juego divertido. La disciplina, antes entendida como cosa necesaria para alcanzar resultados, hoy suena monstruosa y anacrónica. En su lugar, se ha instalado la “educación entretenida”, donde no hay jerarquías ni autoridad, sino el reino del relajo, la despreocupación, la indolencia y el imperio de la ley del mínimo esfuerzo.

Sin embargo, este clima mental no es exclusivo de los actores del sistema educativo; de ese clima están imbuidos también los padres, tíos e incluso abuelos, que comparten desde la A a la Z una crianza donde la pereza infinita y el placer no solo son hegemónicos, sino que además son vistos como derechos. Para ellos, al igual que sus hijos, sobrinos y nietos, la disciplina, el esfuerzo y las normas de comportamiento parecen hoy una obscena nostalgia por el “fascismo”.

LETARGO

El paisaje de la población estudiantil en Chile también ha cambiado. Ha cambiado porque se ha acelerado en las últimas décadas un paradigma cultural –valores, costumbres, gustos, actitudes– ajenos a las condiciones sobre las cuales se asienta la posibilidad de lo que entendemos por educación.

Lo que hoy impera es una cultura basada en imágenes, que ofrece una multiplicidad de estímulos y placer a destajo. Primero, el letargo de la televisión; ahora, con el hipnótico fluir de imágenes y videos en Instagram, TikTok y otras plataformas. Es la degradación mental en estado puro, que aleja la capacidad cerebral del pensamiento crítico y la reflexión, dirigiéndola al consumo visceral de íconos, imágenes y gestos; además de convertirlos en pobres seres vulnerables, listos y disponibles para cualquiera –el profe del colegio, un imbécil de redes sociales, etc.– que les suministre en sus cabecitas una “convicción” ideológica que los disponga a usar una polera del Che y balbucear sobre el socialismo, del cual, dicho sea de paso, nada saben porque nunca lo experimentaron ni tampoco estudiaron.

Como resultado, en este entorno excesivamente hedonista, relajado, permisivo y hospitalario, las nuevas generaciones se vuelven más reacias al esfuerzo, carentes de disciplina intelectual y moral, casi analfabetas e inadaptadas, sin la educación ni la socialización necesarias para comprender el valor de las normas de civilidad, el respeto a la autoridad y los valores tradicionales. Sumidos en la mediocridad, con frustraciones y rabias de distintas intensidades, las nuevas generaciones nacen y crecen en un entorno social y cultural que ahoga cualquier posibilidad de desarrollo personal e integración en la sociedad.

FRACASO

Por esa razón, no pinta promisorio el futuro del país. Lo que ocurre hoy en Chile refleja la pérdida de educación, disciplina y autoridad, cuya ausencia se percibe infaliblemente. Lo que hace cuarenta años era un consenso elemental, hoy es visto como nostalgia por el “autoritarismo”, un signo de ser “reaccionario” o simplemente de ser un “viejo idiota”.

¿Qué clase de pronóstico puede hacerse respecto a esta crisis educacional? Los factores en juego configuran un cuadro de tal complejidad que su desenlace es incalculable. Solo una conclusión parece indiscutible: el fracaso absoluto.

Freddy Mora | Imprimir | 130