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Opinión 08-04-2025
Farmacovigilancia, automedicación y digitalización farmacéutica post pandemia

Mauricio Muñoz Llanos
Director de carrera de Química y Farmacia
Universidad Andrés Bello
La pandemia de COVID-19 ha reconfiguró profundamente el ecosistema farmacéutico chileno, generando transformaciones sustanciales en la farmacovigilancia y su repercusión global en la vacunación, en la automedicación y su impacto en la salud mental, así como en la digitalización de la dispensación de medicamentos. En farmacovigilancia, por ejemplo, Chile emergió como un referente durante la campaña de inmunización contra el COVID-19.
El Instituto de Salud Pública (ISP) estableció un sistema de monitoreo intensivo para los Eventos Supuestamente Atribuibles a la Vacunación o Inmunización (ESAVI). Entre el 22 de marzo y el 8 de octubre de 2021, se administraron 4.836.914 dosis de vacunas a 2.836.640 personas, registrándose 2.215 notificaciones de ESAVI, equivalente a un 0,05% del total de dosis administradas. Esta vigilancia activa no solo garantizó la seguridad de la población chilena, sino que también contribuyó a la evidencia científica global, facilitando la toma de decisiones estratégicas sobre la vacunación a nivel internacional.
El despliegue de un sistema de farmacovigilancia basado en big data y análisis epidemiológico permitió la adaptación continua de la estrategia sanitaria. Chile logró generar información crítica sobre la seguridad y eficacia de las vacunas, impactando la formulación de estrategias de inmunización en otros países y consolidando su rol como actor clave en la cooperación científica global.
Además, la pandemia aceleró la adopción de herramientas digitales en la gestión farmacéutica, destacando la implementación de la receta electrónica como un avance clave en la optimización del acceso a medicamentos. Este sistema permitió la continuidad de tratamientos en pacientes crónicos y redujo la necesidad de desplazamientos innecesarios, minimizando la exposición al virus.
La digitalización mejoró también la trazabilidad de los medicamentos dispensados, facilitando la fiscalización y el control del inventario farmacéutico. La interoperabilidad entre plataformas de telemedicina y farmacias permitió una prescripción más segura, disminuyendo errores de medicación y optimizando la adherencia terapéutica. La modernización del sistema de dispensación de medicamentos se perfila como un eje fundamental para un modelo de atención más eficiente, accesible y centrado en el paciente.
Del otro lado, la crisis sanitaria exacerbó el consumo descontrolado de fármacos, impulsado por la desinformación y la sobrecarga del sistema de salud. Se documentó un incremento en la automedicación con ansiolíticos, antidepresivos e hipnóticos, particularmente entre individuos con cuadros de ansiedad, depresión y trastornos del sueño. Esta tendencia fue especialmente pronunciada en sectores académicos y laborales altamente exigentes.
Asimismo, se observó un uso irracional de fármacos como la ivermectina y la hidroxicloroquina, a pesar de la falta de respaldo científico para su eficacia contra el COVID-19. La automedicación con antibióticos y analgésicos también incrementó el riesgo de resistencia antimicrobiana y complicaciones médicas. Este fenómeno subraya la necesidad de fortalecer campañas de educación sanitaria y regular el acceso a psicofármacos para evitar su uso indiscriminado y mitigar efectos adversos en la salud pública.
En definitiva, si bien el país ha logrado avances significativos en la vigilancia de la seguridad de vacunas y en la digitalización de la dispensación de medicamentos, la automedicación sigue representando un desafío crítico. La consolidación de políticas sanitarias que fomenten la educación farmacológica, la regulación efectiva del uso de fármacos y la adopción de tecnologías avanzadas en la gestión sanitaria serán esenciales para garantizar un sistema de salud resiliente y basado en la evidencia científica.
Director de carrera de Química y Farmacia
Universidad Andrés Bello
La pandemia de COVID-19 ha reconfiguró profundamente el ecosistema farmacéutico chileno, generando transformaciones sustanciales en la farmacovigilancia y su repercusión global en la vacunación, en la automedicación y su impacto en la salud mental, así como en la digitalización de la dispensación de medicamentos. En farmacovigilancia, por ejemplo, Chile emergió como un referente durante la campaña de inmunización contra el COVID-19.
El Instituto de Salud Pública (ISP) estableció un sistema de monitoreo intensivo para los Eventos Supuestamente Atribuibles a la Vacunación o Inmunización (ESAVI). Entre el 22 de marzo y el 8 de octubre de 2021, se administraron 4.836.914 dosis de vacunas a 2.836.640 personas, registrándose 2.215 notificaciones de ESAVI, equivalente a un 0,05% del total de dosis administradas. Esta vigilancia activa no solo garantizó la seguridad de la población chilena, sino que también contribuyó a la evidencia científica global, facilitando la toma de decisiones estratégicas sobre la vacunación a nivel internacional.
El despliegue de un sistema de farmacovigilancia basado en big data y análisis epidemiológico permitió la adaptación continua de la estrategia sanitaria. Chile logró generar información crítica sobre la seguridad y eficacia de las vacunas, impactando la formulación de estrategias de inmunización en otros países y consolidando su rol como actor clave en la cooperación científica global.
Además, la pandemia aceleró la adopción de herramientas digitales en la gestión farmacéutica, destacando la implementación de la receta electrónica como un avance clave en la optimización del acceso a medicamentos. Este sistema permitió la continuidad de tratamientos en pacientes crónicos y redujo la necesidad de desplazamientos innecesarios, minimizando la exposición al virus.
La digitalización mejoró también la trazabilidad de los medicamentos dispensados, facilitando la fiscalización y el control del inventario farmacéutico. La interoperabilidad entre plataformas de telemedicina y farmacias permitió una prescripción más segura, disminuyendo errores de medicación y optimizando la adherencia terapéutica. La modernización del sistema de dispensación de medicamentos se perfila como un eje fundamental para un modelo de atención más eficiente, accesible y centrado en el paciente.
Del otro lado, la crisis sanitaria exacerbó el consumo descontrolado de fármacos, impulsado por la desinformación y la sobrecarga del sistema de salud. Se documentó un incremento en la automedicación con ansiolíticos, antidepresivos e hipnóticos, particularmente entre individuos con cuadros de ansiedad, depresión y trastornos del sueño. Esta tendencia fue especialmente pronunciada en sectores académicos y laborales altamente exigentes.
Asimismo, se observó un uso irracional de fármacos como la ivermectina y la hidroxicloroquina, a pesar de la falta de respaldo científico para su eficacia contra el COVID-19. La automedicación con antibióticos y analgésicos también incrementó el riesgo de resistencia antimicrobiana y complicaciones médicas. Este fenómeno subraya la necesidad de fortalecer campañas de educación sanitaria y regular el acceso a psicofármacos para evitar su uso indiscriminado y mitigar efectos adversos en la salud pública.
En definitiva, si bien el país ha logrado avances significativos en la vigilancia de la seguridad de vacunas y en la digitalización de la dispensación de medicamentos, la automedicación sigue representando un desafío crítico. La consolidación de políticas sanitarias que fomenten la educación farmacológica, la regulación efectiva del uso de fármacos y la adopción de tecnologías avanzadas en la gestión sanitaria serán esenciales para garantizar un sistema de salud resiliente y basado en la evidencia científica.
Freddy Mora | Imprimir | 131
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