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jueves 27 de marzo del 2025
Opinión 25-03-2025
Jorge Navarrete Bustamante: la honestidad como forma de vida
¿Queréis conocer a un hombre? Dotadlo de poder. -Séneca-
Juan Mihovilovich
Conocí a Jorge Navarrete B. a mediados de los años ochenta. Tiempos convulsos, difíciles, tortuosos. Tiempos en que el espacio se hacía estrecho, las calles sospechosas, las amistades confusas, las relaciones humanas al borde de las desconfianzas. Jorge era a la sazón dirigente político y su impronta, segura y tolerante, daba la idea de un liderazgo sereno, verosímil, a pesar de la juventud de entonces.
Claro, las formas de relacionarse no eran a la sazón las más expeditas. Había un sesgo de cálculo medido, de mirar con cierto escepticismo las conductas ajenas y sopesar las propias con las dudas lógicas de sí aquellas luchas por recuperar la democracia valían o no la pena.
Lo cierto es que Jorge bregó incansable por lograr que el fin no justificara los medios. Su capacidad para aunar voluntades por encima de las discrepancias ideológicas le otorgaban un sello de credibilidad que lo hacía garante del sentido común, esa búsqueda tan elemental que los seres humanos olvidamos con frecuencia.
Pero Jorge no. Él daba muestras de una elocuencia que balanceaba las propuestas con un criterio ciudadano, dispuesto a valorar las dificultades con una responsabilidad que pocas veces vi en el resto de los actores que pugnaban por entregar parte de su vida en una causa que se concebía justa y racional.
Recuperar la democracia no era un asunto baladí. Creer que era posible convivir más allá de los desencuentros del pasado resultaba circunstancialmente una quimera, pero en el fondo y en la forma Jorge sabía que sólo la entrega auténtica daría paso a períodos que se soñaban como mejores.
Es obvio que, en el diseño de la política, en el mejor sentido de la palabra, las formas reales son la expresión natural de un contenido auténtico, idóneo, coincidente con las causas más nobles que la constituyen en su esencialidad. Para distinguir lo principal de lo accesorio es preciso tener condiciones de líder insobornable, de ser parte de una cultura sólida que coloque el bien común por encima de las ambiciones personales.
En esa perspectiva Jorge Navarrete nos dio claras lecciones de estar por sobre la mera contingencia y los apetitos de poder. Su compromiso estaba basado en un ideario que superaba la anécdota, los conciliábulos de pasillos o ese solapado interés por parecer antes que verdaderamente ser.
Es útil hoy reconocer a quienes la historia coloca en un determinado espacio público para servir de guía de aquellos que los requieren como una necesidad imperativa.
Jorge Navarrete se ha ganado un lugar relevante en la vida política seria y responsable de la Región del Maule. Desde su ejercicio académico en la Universidad de Talca y su compromiso transversal con el desarrollo de la Región ha estructurado un perfil de liderazgo sólido, respetable, ubicado en la trastienda de la figuración banal y pasajera.
Con seguridad no se le erigirán monumentos o frases grandilocuentes en ningún homenaje acomodaticio.
Pero es bueno que las nuevas generaciones sepan que individuos como él aportaron lo mejor de sí mismos para que la vida ciudadana retomara la senda democrática en las décadas pasadas y su contribución se proyectara hasta el tiempo presente.
La honestidad como forma de vida.
¿Qué mejor manera de sintetizar una existencia encomiable?
Juan Mihovilovich
Conocí a Jorge Navarrete B. a mediados de los años ochenta. Tiempos convulsos, difíciles, tortuosos. Tiempos en que el espacio se hacía estrecho, las calles sospechosas, las amistades confusas, las relaciones humanas al borde de las desconfianzas. Jorge era a la sazón dirigente político y su impronta, segura y tolerante, daba la idea de un liderazgo sereno, verosímil, a pesar de la juventud de entonces.
Claro, las formas de relacionarse no eran a la sazón las más expeditas. Había un sesgo de cálculo medido, de mirar con cierto escepticismo las conductas ajenas y sopesar las propias con las dudas lógicas de sí aquellas luchas por recuperar la democracia valían o no la pena.
Lo cierto es que Jorge bregó incansable por lograr que el fin no justificara los medios. Su capacidad para aunar voluntades por encima de las discrepancias ideológicas le otorgaban un sello de credibilidad que lo hacía garante del sentido común, esa búsqueda tan elemental que los seres humanos olvidamos con frecuencia.
Pero Jorge no. Él daba muestras de una elocuencia que balanceaba las propuestas con un criterio ciudadano, dispuesto a valorar las dificultades con una responsabilidad que pocas veces vi en el resto de los actores que pugnaban por entregar parte de su vida en una causa que se concebía justa y racional.
Recuperar la democracia no era un asunto baladí. Creer que era posible convivir más allá de los desencuentros del pasado resultaba circunstancialmente una quimera, pero en el fondo y en la forma Jorge sabía que sólo la entrega auténtica daría paso a períodos que se soñaban como mejores.
Es obvio que, en el diseño de la política, en el mejor sentido de la palabra, las formas reales son la expresión natural de un contenido auténtico, idóneo, coincidente con las causas más nobles que la constituyen en su esencialidad. Para distinguir lo principal de lo accesorio es preciso tener condiciones de líder insobornable, de ser parte de una cultura sólida que coloque el bien común por encima de las ambiciones personales.
En esa perspectiva Jorge Navarrete nos dio claras lecciones de estar por sobre la mera contingencia y los apetitos de poder. Su compromiso estaba basado en un ideario que superaba la anécdota, los conciliábulos de pasillos o ese solapado interés por parecer antes que verdaderamente ser.
Es útil hoy reconocer a quienes la historia coloca en un determinado espacio público para servir de guía de aquellos que los requieren como una necesidad imperativa.
Jorge Navarrete se ha ganado un lugar relevante en la vida política seria y responsable de la Región del Maule. Desde su ejercicio académico en la Universidad de Talca y su compromiso transversal con el desarrollo de la Región ha estructurado un perfil de liderazgo sólido, respetable, ubicado en la trastienda de la figuración banal y pasajera.
Con seguridad no se le erigirán monumentos o frases grandilocuentes en ningún homenaje acomodaticio.
Pero es bueno que las nuevas generaciones sepan que individuos como él aportaron lo mejor de sí mismos para que la vida ciudadana retomara la senda democrática en las décadas pasadas y su contribución se proyectara hasta el tiempo presente.
La honestidad como forma de vida.
¿Qué mejor manera de sintetizar una existencia encomiable?
Freddy Mora | Imprimir | 192