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lunes 30 de diciembre del 2024
Opinión 29-12-2024
La cultura de seguridad es el eslabón perdido en las empresas chilenas
Cristóbal Guivernau, Manager de Tack TMI, parte de Gi Group Holding
Resulta inevitable reflexionar sobre por qué tantas empresas siguen viendo la seguridad como un simple requisito normativo y no como un pilar estratégico para su sostenibilidad.
El tema no es nuevo, pero las cifras muestran que aún queda mucho por hacer. Afortunadamente, hay iniciativas como el "Cuadro de Honor en Seguridad y Salud Laboral" de la Cámara Chilena de la Construcción, que cada año reconoce a empresas comprometidas con la seguridad de sus trabajadores. Esto es un paso en la dirección correcta, pero no basta con premiar. Para transformar verdaderamente la seguridad en un valor empresarial, debemos superar dos grandes barreras: la falta de compromiso de la alta dirección y la tendencia a centrarse exclusivamente en cumplir regulaciones.
Cuando la seguridad no está liderada desde arriba, se convierte en un esfuerzo aislado, que rara vez permea a toda la organización. Por ejemplo, en muchas empresas, las charlas de seguridad se consideran un mero trámite administrativo, desconectado de las realidades y riesgos específicos de los trabajadores. Esto genera desinterés y poca adherencia a las medidas preventivas.
El liderazgo es fundamental. En sectores como la minería, el impacto de un liderazgo comprometido es evidente: la reducción de accidentes fatales de 45 en 2010 a 12 en 2022 demuestra que cuando la seguridad se integra en la cultura organizacional, los resultados son significativos. Esto no solo protege vidas, sino que también mejora la productividad, la satisfacción laboral y la capacidad de retener talento clave.
Para que la seguridad deje de ser un "pendiente" y se convierta en parte del ADN empresarial, es clave integrarla en los valores de la organización. Esto implica formar líderes comprometidos, establecer una comunicación clara y efectiva, y promover la participación de todos los niveles. Herramientas como la Curva de Bradley son útiles para medir el progreso hacia una cultura de seguridad proactiva, identificando áreas a mejorar.
Sin embargo, en Chile, las pymes enfrentan una doble carga: resistencia al cambio y recursos limitados. Es urgente encontrar formas de adaptar estas buenas prácticas a su realidad, sin sacrificar la calidad de las iniciativas.
La seguridad no solo es un deber moral hacia los trabajadores; también es una inversión en el futuro de las empresas. En lugar de verla como un costo, deberíamos considerarla como un factor estratégico que fortalece el negocio, protege a las personas y construye una cultura organizacional capaz de prosperar en el largo plazo.
Resulta inevitable reflexionar sobre por qué tantas empresas siguen viendo la seguridad como un simple requisito normativo y no como un pilar estratégico para su sostenibilidad.
El tema no es nuevo, pero las cifras muestran que aún queda mucho por hacer. Afortunadamente, hay iniciativas como el "Cuadro de Honor en Seguridad y Salud Laboral" de la Cámara Chilena de la Construcción, que cada año reconoce a empresas comprometidas con la seguridad de sus trabajadores. Esto es un paso en la dirección correcta, pero no basta con premiar. Para transformar verdaderamente la seguridad en un valor empresarial, debemos superar dos grandes barreras: la falta de compromiso de la alta dirección y la tendencia a centrarse exclusivamente en cumplir regulaciones.
Cuando la seguridad no está liderada desde arriba, se convierte en un esfuerzo aislado, que rara vez permea a toda la organización. Por ejemplo, en muchas empresas, las charlas de seguridad se consideran un mero trámite administrativo, desconectado de las realidades y riesgos específicos de los trabajadores. Esto genera desinterés y poca adherencia a las medidas preventivas.
El liderazgo es fundamental. En sectores como la minería, el impacto de un liderazgo comprometido es evidente: la reducción de accidentes fatales de 45 en 2010 a 12 en 2022 demuestra que cuando la seguridad se integra en la cultura organizacional, los resultados son significativos. Esto no solo protege vidas, sino que también mejora la productividad, la satisfacción laboral y la capacidad de retener talento clave.
Para que la seguridad deje de ser un "pendiente" y se convierta en parte del ADN empresarial, es clave integrarla en los valores de la organización. Esto implica formar líderes comprometidos, establecer una comunicación clara y efectiva, y promover la participación de todos los niveles. Herramientas como la Curva de Bradley son útiles para medir el progreso hacia una cultura de seguridad proactiva, identificando áreas a mejorar.
Sin embargo, en Chile, las pymes enfrentan una doble carga: resistencia al cambio y recursos limitados. Es urgente encontrar formas de adaptar estas buenas prácticas a su realidad, sin sacrificar la calidad de las iniciativas.
La seguridad no solo es un deber moral hacia los trabajadores; también es una inversión en el futuro de las empresas. En lugar de verla como un costo, deberíamos considerarla como un factor estratégico que fortalece el negocio, protege a las personas y construye una cultura organizacional capaz de prosperar en el largo plazo.
Freddy Mora | Imprimir | 182