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miércoles 15 de enero del 2025
Opinión 15-01-2025
La fe y la nada: una oportunidad del ser
Jaime González Sanhueza
Periodista
jaimegonzalezs@gmail.com
Mi estimada lectora (o/e). En la columna anterior hablamos del cambio climático y el grave diagnóstico de los estudios científicos. En aquel texto postulé que si no se toman medidas hoy, ahora, en serio, tendremos distópicos problemas humanitarios.
Luego de que el texto se editó por este medio, algunos amigos me hicieron ver que quizás exageraba, o ¿Qué podemos hacer? Allí vino a mi mente una frase, si quieren llamarla, de consuelo: “Tengo fe en que algo, alguien, la ciencia, un Dios postmoderno resolverá el calentamiento global.”
Y aquí estoy preguntándome por la fe desde mi lugar: el existencialista. Quizás a usted le parecerá extraño que la fe y la nada son dos conceptos que, en la superficie, parecen diametralmente opuestos. Sin embargo, en aguas profundas ambas parecen pertenecer al mismo remolino: tesis —antítesis.
Digamos que en términos generales la fe es la confianza (con-fe) en lo trascendente, un compromiso con lo que no se ve ni se comprende totalmente. ¿Hemos visto el más allá? Al menos yo no. Sin embargo, confiamos que hay otro mundo. Tenemos fe en que Dios existe, aunque no se nos presente como un fenómeno empírico; tocarlo, verlo. Me encantaría decir fuerte y claro “Amigos ante ustedes Buda, un aplauso”. No lo podemos todo. Por ello desde una visión religiosa-dogmática es que se debe creer en los textos de…. en los mandatos de…. en que hay algo más allá aunque no pueda experimentarlo por mí mismo.
Claramente la fe en el plano dogmático tiene tintes éticos y morales, de orden social ¡Y vaya que funcionan! Ejemplo: Los 10 Mandamientos, tenemos fe que Dios habló con Moisés a través de una zarza ardiente (Éxodo capítulo 3, versículos 2 a 4). ¿Le creemos a Moisés? Ahí entra la fe. ¡Si Confiamos en Moisés! Yo, Kantianmente, lo dejo en la duda. El relato es maravilloso. Pero Los Mandamientos …Mmm.. bastante discutibles. Debo recalcar que la narración y poesía de la Biblia es magnánima. Bella. “Soy el que soy” dice Dios. Increíble respuesta que dejó abierta la puerta a múltiples interpretaciones.
Por otro lado, la nada (que al ya mencionarla, la cosifico, la vuelvo “algo” y deja de ser Nada) evoca metafóricamente al vacío, a una ausencia de significado y propósito de la vida. No hay un destino ni una misión. Por ello, confiar en que “hay algo más que nada”, es en el fondo, es un acto de fe. ¿Puedo dudar del ahora? Sí, claro. Descartes lo hizo. Yo tengo fe en el ahora. Al menos, que ahora, algo ocurre, aunque no se sepa bien qué es.
Filósofos como Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y Albert Camus han explorado cómo los seres humanos enfrentan la nada y, en ese proceso, cómo la fe puede surgir como una respuesta profundamente personal y fenomenológica. (Revelarnos “algo incomunicable, incognoscible en nuestra conciencia) Jean-Paul Sartre, en su análisis del existencialismo ateo, coloca la nada en el centro de la experiencia humana. Si la fe se nos presenta como algo personal, intransferible ¿Puedo entonces hablar de la fe del otro?.
Para Sartre, la nada es una característica intrínseca de la existencia, destacando la falta de un propósito inherente en el universo. La idea de una nada, de un vacío (reitero que no se puede imaginar, ya que si pienso en un gran espacio blanco, es eso, un espacio blanco y ya no es la nada), es una respuesta ante nuestra mortalidad. A qué vamos a desaparecer. Necesitamos de otro mundo, de una certeza de que caminamos hacia otra vida, queremos seguir siendo.
Porque si todo acaba al morir, toda promesa religiosa, mesiánica, de un más allá fue en vano. Sin embargo, confiamos con una fuerza sobrenatural en que “algo debe haber”. ¿Qué es esa fuerza?. La siento, pero no puedo verbalizarla. No alcanza el lenguaje. Yo, agnóstico, también espero al final del camino un Dios me salvé y todas estas palabras sean NADA, ante lo que veré más allá. Pero dudo igual. Lo siento. Como me dijo un tio una vez en un almuerzo, Nietzsche te frió el cerebro. Vaya que tomé con humor su afirmación. En fin, Más allá de Nietzsche, me considero religioso. Todo aquel que se pregunta por el origen, sea creyente o no, vaya a la iglesia o no, es un religioso.
Retomando a Sartre, el pensador argumenta que la conciencia humana, en su libertad radical, confronta esta nada y, en consecuencia, está condenada a ser libre.En este contexto, la fe no se dirige hacia lo divino, sino hacia la creación de un significado personal. La fe, o confiar se transforma en un acto de autoafirmación, donde el individuo debe creer en su capacidad para definir su propia esencia y valores en una existencia sin garantías de un más allá o asegurar la eternidad del ser
El maestro de Sartre y citado hasta el abuso, Martin Heidegger, aborda la fe en términos teológicos, e introduce el concepto de “ser-en-el-mundo” y el enfrentamiento con la nada a través de la noción de “angustia” (Angst).(Ser y Tiempo 1927) Enfrentarse a la nada, es pararse frente a la angustia existencial y mirar hacia el abismo, y en esa caída, sostenerme en mi propia fe. Para Heidegger, la angustia revela la nada que subyace a nuestra existencia cotidiana, despojando al mundo de sus significados superficiales y obligándolos a confrontar la posibilidad del no-ser. Es decir, la muerte.
En este contexto, la fe nos traspasa como una forma de autenticidad, una aceptación del ser y del tiempo que impulsa al individuo a vivir de manera genuina y consciente. (Sabemos de nuestra finitud). Por ello La fe, aquí, es un reconocimiento del misterio del ser, una apertura hacia lo que Heidegger llama el “acontecimiento” del ser. Es un salto. Una apuesta sin garantías a confiar en una trascendencia personal, única, creadora, artística.
Otro amigo y después no tan amigo de Sartre, el talentoso Albert Camus, con su filosofía del absurdo, en su obra, “El Mito de Sísifo” (1942), ilustra el absurdo de la existencia humana a través del castigo eterno de Sísifo, condenado a empujar una roca colina arriba solo para verla rodar de nuevo hacia abajo.(Todos somos un poco Sísifo). Interesante que para Camus , el reconocimiento del absurdo no conduce al nihilismo o a la desesperación, sino a una forma de rebelión. ¿Qué quiere decir esto? que la Fe es un acto de rebelión, un desafío, una afirmación de la vida frente a la nada. ¡Si a la vida! ¡Si al ser! Aquí, la fe se manifiesta no como una creencia en un ser superior, sino como una confianza en la capacidad del individuo para crear significado y encontrar alegría en el simple acto de vivir, respirar, contemplar el abismo y volar sobre él.
Entonces la fe es un acto de valentía, un compromiso con la vida que reconoce la incertidumbre y la finitud como condiciones inherentes del ser humano. No es una fe ciega, sino una fe consciente, que acepta la paradoja de vivir en un universo sin propósito predefinido, y que, sin embargo, encuentra en esta aceptación una fuente de libertad y posibilidad.
En la exploración filosófica de la fe y la nada, descubrimos que la fe no es solo la antítesis de la nada, sino también su complemento. La nada, al despojarnos de certezas externas, nos invita a mirar hacia adentro y a encontrar en nosotros mismos la capacidad de crear y sostener significado. La fe, en este sentido, es una experiencia profundamente personal que, como fenómeno existencial, nos permite enfrentar la nada con dignidad y determinación. ¡La fe es aquí y ahora!
Periodista
jaimegonzalezs@gmail.com
Mi estimada lectora (o/e). En la columna anterior hablamos del cambio climático y el grave diagnóstico de los estudios científicos. En aquel texto postulé que si no se toman medidas hoy, ahora, en serio, tendremos distópicos problemas humanitarios.
Luego de que el texto se editó por este medio, algunos amigos me hicieron ver que quizás exageraba, o ¿Qué podemos hacer? Allí vino a mi mente una frase, si quieren llamarla, de consuelo: “Tengo fe en que algo, alguien, la ciencia, un Dios postmoderno resolverá el calentamiento global.”
Y aquí estoy preguntándome por la fe desde mi lugar: el existencialista. Quizás a usted le parecerá extraño que la fe y la nada son dos conceptos que, en la superficie, parecen diametralmente opuestos. Sin embargo, en aguas profundas ambas parecen pertenecer al mismo remolino: tesis —antítesis.
Digamos que en términos generales la fe es la confianza (con-fe) en lo trascendente, un compromiso con lo que no se ve ni se comprende totalmente. ¿Hemos visto el más allá? Al menos yo no. Sin embargo, confiamos que hay otro mundo. Tenemos fe en que Dios existe, aunque no se nos presente como un fenómeno empírico; tocarlo, verlo. Me encantaría decir fuerte y claro “Amigos ante ustedes Buda, un aplauso”. No lo podemos todo. Por ello desde una visión religiosa-dogmática es que se debe creer en los textos de…. en los mandatos de…. en que hay algo más allá aunque no pueda experimentarlo por mí mismo.
Claramente la fe en el plano dogmático tiene tintes éticos y morales, de orden social ¡Y vaya que funcionan! Ejemplo: Los 10 Mandamientos, tenemos fe que Dios habló con Moisés a través de una zarza ardiente (Éxodo capítulo 3, versículos 2 a 4). ¿Le creemos a Moisés? Ahí entra la fe. ¡Si Confiamos en Moisés! Yo, Kantianmente, lo dejo en la duda. El relato es maravilloso. Pero Los Mandamientos …Mmm.. bastante discutibles. Debo recalcar que la narración y poesía de la Biblia es magnánima. Bella. “Soy el que soy” dice Dios. Increíble respuesta que dejó abierta la puerta a múltiples interpretaciones.
Por otro lado, la nada (que al ya mencionarla, la cosifico, la vuelvo “algo” y deja de ser Nada) evoca metafóricamente al vacío, a una ausencia de significado y propósito de la vida. No hay un destino ni una misión. Por ello, confiar en que “hay algo más que nada”, es en el fondo, es un acto de fe. ¿Puedo dudar del ahora? Sí, claro. Descartes lo hizo. Yo tengo fe en el ahora. Al menos, que ahora, algo ocurre, aunque no se sepa bien qué es.
Filósofos como Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger y Albert Camus han explorado cómo los seres humanos enfrentan la nada y, en ese proceso, cómo la fe puede surgir como una respuesta profundamente personal y fenomenológica. (Revelarnos “algo incomunicable, incognoscible en nuestra conciencia) Jean-Paul Sartre, en su análisis del existencialismo ateo, coloca la nada en el centro de la experiencia humana. Si la fe se nos presenta como algo personal, intransferible ¿Puedo entonces hablar de la fe del otro?.
Para Sartre, la nada es una característica intrínseca de la existencia, destacando la falta de un propósito inherente en el universo. La idea de una nada, de un vacío (reitero que no se puede imaginar, ya que si pienso en un gran espacio blanco, es eso, un espacio blanco y ya no es la nada), es una respuesta ante nuestra mortalidad. A qué vamos a desaparecer. Necesitamos de otro mundo, de una certeza de que caminamos hacia otra vida, queremos seguir siendo.
Porque si todo acaba al morir, toda promesa religiosa, mesiánica, de un más allá fue en vano. Sin embargo, confiamos con una fuerza sobrenatural en que “algo debe haber”. ¿Qué es esa fuerza?. La siento, pero no puedo verbalizarla. No alcanza el lenguaje. Yo, agnóstico, también espero al final del camino un Dios me salvé y todas estas palabras sean NADA, ante lo que veré más allá. Pero dudo igual. Lo siento. Como me dijo un tio una vez en un almuerzo, Nietzsche te frió el cerebro. Vaya que tomé con humor su afirmación. En fin, Más allá de Nietzsche, me considero religioso. Todo aquel que se pregunta por el origen, sea creyente o no, vaya a la iglesia o no, es un religioso.
Retomando a Sartre, el pensador argumenta que la conciencia humana, en su libertad radical, confronta esta nada y, en consecuencia, está condenada a ser libre.En este contexto, la fe no se dirige hacia lo divino, sino hacia la creación de un significado personal. La fe, o confiar se transforma en un acto de autoafirmación, donde el individuo debe creer en su capacidad para definir su propia esencia y valores en una existencia sin garantías de un más allá o asegurar la eternidad del ser
El maestro de Sartre y citado hasta el abuso, Martin Heidegger, aborda la fe en términos teológicos, e introduce el concepto de “ser-en-el-mundo” y el enfrentamiento con la nada a través de la noción de “angustia” (Angst).(Ser y Tiempo 1927) Enfrentarse a la nada, es pararse frente a la angustia existencial y mirar hacia el abismo, y en esa caída, sostenerme en mi propia fe. Para Heidegger, la angustia revela la nada que subyace a nuestra existencia cotidiana, despojando al mundo de sus significados superficiales y obligándolos a confrontar la posibilidad del no-ser. Es decir, la muerte.
En este contexto, la fe nos traspasa como una forma de autenticidad, una aceptación del ser y del tiempo que impulsa al individuo a vivir de manera genuina y consciente. (Sabemos de nuestra finitud). Por ello La fe, aquí, es un reconocimiento del misterio del ser, una apertura hacia lo que Heidegger llama el “acontecimiento” del ser. Es un salto. Una apuesta sin garantías a confiar en una trascendencia personal, única, creadora, artística.
Otro amigo y después no tan amigo de Sartre, el talentoso Albert Camus, con su filosofía del absurdo, en su obra, “El Mito de Sísifo” (1942), ilustra el absurdo de la existencia humana a través del castigo eterno de Sísifo, condenado a empujar una roca colina arriba solo para verla rodar de nuevo hacia abajo.(Todos somos un poco Sísifo). Interesante que para Camus , el reconocimiento del absurdo no conduce al nihilismo o a la desesperación, sino a una forma de rebelión. ¿Qué quiere decir esto? que la Fe es un acto de rebelión, un desafío, una afirmación de la vida frente a la nada. ¡Si a la vida! ¡Si al ser! Aquí, la fe se manifiesta no como una creencia en un ser superior, sino como una confianza en la capacidad del individuo para crear significado y encontrar alegría en el simple acto de vivir, respirar, contemplar el abismo y volar sobre él.
Entonces la fe es un acto de valentía, un compromiso con la vida que reconoce la incertidumbre y la finitud como condiciones inherentes del ser humano. No es una fe ciega, sino una fe consciente, que acepta la paradoja de vivir en un universo sin propósito predefinido, y que, sin embargo, encuentra en esta aceptación una fuente de libertad y posibilidad.
En la exploración filosófica de la fe y la nada, descubrimos que la fe no es solo la antítesis de la nada, sino también su complemento. La nada, al despojarnos de certezas externas, nos invita a mirar hacia adentro y a encontrar en nosotros mismos la capacidad de crear y sostener significado. La fe, en este sentido, es una experiencia profundamente personal que, como fenómeno existencial, nos permite enfrentar la nada con dignidad y determinación. ¡La fe es aquí y ahora!
Freddy Mora | Imprimir | 123