jueves 26 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
FUNDADO EL 29 DE AGOSTO DE 1937
Hoy
Opinión 21-01-2024
La Palabra salió al Camino…

Raúl Moris G. , pbro.



Si el Evangelio de Juan, que meditábamos el segundo domingo del tiempo durante el año, situaba el encuentro y la vocación de los primeros seguidores del Señor en el contexto del anuncio que hacía el Bautista acerca de la identidad de Jesús, y la entrega de, al menos, parte de sus propios discípulos, para que hicieran la experiencia de este discipulado mayor y definitivo; el domingo tercero, nos presenta esta vocación en un marco diferente: el de la misión profética en Galilea, el del relevo, el de la urgencia por la convocatoria y la respuesta a la llamada.

Si el Cuarto Evangelio, propone un tiempo de ministerio paralelo entre el Bautista y Jesús, y la sensación de fricción y estupor que entre algunos parece producir esta situación, (cf Jn 3, 22-36), Marco, el primero de los Evangelistas, comienza el relato del ministerio público de Jesús y de la primera misión, a partir del momento del eclipse del ministerio de Juan, el momento del arresto del Bautista en la cárcel de Maqueronte, lugar desde el cual solo llegaría a salir cuando su ministerio profético quedó sellado para siempre por el martirio.

Si en el Cuarto Evangelio, el encuentro entre Jesús y sus primeros discípulos, aparece mediado por la intervención del Bautista y marcado por la atracción que despierta en ellos el sorprendente y provocador título con el que el Señor es presentado: “el Cordero de Dios” cuando éste se acerca a ellos, como al pasar, sin parecer que tuviera intención de búsqueda alguna; en el primer Evangelio, Jesús es quien emprende decidido la misión; el Precursor ha concluido su tarea, en las sombras de la cárcel a las que ha descendido el que será nombrado décadas más tarde, Testigo de la luz, escuchará las noticias de la salida y el ascenso de Aquel a cuyo anuncio consagró su vida entera; Jesús lo sabe, y en cuanto oye del arresto de Juan, emprenderá el camino que solo detendrá por un momento la muerte en cruz, y que manifestará su más hondo sentido en la radiante mañana de la Resurrección.

Pareciera que el signo que estaba esperando es el que proporciona la noticia del encarcelamiento del Precursor; el cumplimiento del tiempo: el kairós, momento de Dios, henchido de sentido, (el texto griego usa la expresión peplērōtai, que alude a un recipiente llenado hasta el punto del desborde) ha madurado para irrumpir en el khronos, el tiempo lineal de la historia, que se va desgranando lentamente, edad tras edad.

Obediente a la señal, Jesús se pone en marcha, ya no hay más tiempo de espera, porque, como también confesará en la segunda parte de su primera declaración: el Plan de Dios para la humanidad, no se habrá de dilatar más en el tiempo: usando el mismo tiempo verbal, -el perfecto griego- Jesús anuncia: el Reino ya no está por venir, el hoy de Dios se ha acercado (énguiken), ya está presente entre nosotros, actuando rotundo y eficaz, no hay que seguir esperando, no hay que escrutar hacia un esquivo futuro para saber qué quiere el Padre de nosotros, sino hay que decidirse por el camino propuesto, -el que marcan los pasos de Jesús- y creer que Éste es la Buena Noticia que venían proclamando desde antiguo los profetas.

Esta misma apremiante urgencia que reviste los primeros pasos de la salida de Jesús, se manifestará en la segunda parte del fragmento de hoy: la escena del encuentro con los pescadores del mar de Galilea: los primeros discípulos.

En el comienzo, una invitación; el Evangelio no retiene más que las palabras perentorias de Jesús: vengan detrás de mí, síganme, y luego una promesa y una misión, encabezada por el verbo con el que las Escrituras recuerdan la acción soberana del Dios Creador: poiēsō genesthai haré que lleguen a ser…, se perfila una misión mayor para estos pescadores que día tras día tentaban la suerte esquiva, lanzando las redes a lo profundo del lago, una misión que requerirá de ellos redes nuevas, nuevos arrojos, la decisión de partir sin reservarse nada, rompiendo con el refugio familiar que le brindaba la aldea, la pequeña empresa familiar, las calmas aguas de un lago del que conocen palmo a palmo sus límites, de un oficio que transmitido de generación en generación los ha configurado con el paisaje cotidiano.

Y la respuesta se pronuncia acorde con la urgencia de la llamada: dos veces aparece en el relato el imperioso adverbio eüthéōs: de inmediato, enseguida; cual la convocatoria, tal es la respuesta, no hay palabras puestas en los labios de los discípulos, no hay preguntas, ni objeciones, el gesto es suficiente y elocuente: abandonándolo todo, lo siguieron.

La propuesta del Señor, el Reino, es al mismo tiempo una presencia y un desafío, que marcará la vida de estos hombres y señalará la ruta que ha de transitar la Iglesia hasta el fin de la historia: inaugurado por las palabras las acciones y los gestos del que siendo eterno quiso entrar en nuestro tiempo, del que siendo Palabra eterna, quiso que su voz pudiese ser escuchada con los timbres de nuestras voces, quiso hacerse carne para asumir por completo la condición humana; es, sin embargo, un proyecto cuya consumación aguardamos y a cuya construcción somos convocados a consagrar nuestra vida, un proyecto que sigue esperando de nosotros, la capacidad de reconocerlo, la valentía de anunciarlo, la lucidez al discernir sus exigencias, la perseverancia de asumirlo como tarea nuestra y trabajo.

En este tercer domingo del tiempo durante el año, que el Papa Francisco ha consagrado a la Palabra, que emprendiendo camino, viene a nuestro encuentro, para llegar a ser proclamada y escrita en todas las lenguas de la tierra, el Señor sigue necesitando mentes, manos, pies y corazones: obreros y pescadores, mujeres y hombres, que se atrevan a dejar las redes y los lastres que entorpecen nuestros pasos, y puedan avanzar de prisa para hacer resonar el mundo entero con el eco reverberante de las palabras pronunciadas esa mañana junto al Mar de Galilea
Freddy Mora | Imprimir | 283