martes 08 de octubre del 2024
El Diario del Maule Sur
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Opinión 08-10-2024
LA TEMERARIA I

Rodrigo Biel, abogado y docente

La historia novelada, es un estilo literario difícil, que exige del o de la novelista una exhaustiva investigación de la historia real que se pretende novelar, ya que la ficción no puede apartarse mucho de lo que ocurrió en la realidad.
En esta oportunidad comentaremos una novela de la autora española Isabel San Sebastián, nacida en Santiago de Chile, mientras su padre era diplomático, llamada “La temeraria”, que nos cuenta la vida de la reina Urraca, según la autora, “la primera soberana de pleno derecho en España y Europa”.
La autora, desde las primeras páginas, nos advierte que se ha ceñido a la documentación y a las crónicas de la época, es decir respetando la historia, pero reconociendo que su presentación difiere de lo que se dice de ella, ya que en su época fue tratada en forma despiadada, con crueldad extrema, solo por su “condición femenina”.
Retrocedamos al siglo XIII, situándonos en el reino de León, donde vive Urraca, la hija del rey Alfonso VI, a la que casaron con el rey del reino de Aragón, Alfonso I, conocido como el Batallador, a pesar que ella estaba enamorada de otro hombre; se le llamó la “maldita boda” por que desató una lucha sin cuartel entre ambos cónyuges, haciendo gala, con creces, de los que hoy llamamos “violencia intrafamilar”, que se extendió a sus reinos y a sus súbditos.
En el otoño del año 1109, ocurrió el matrimonio, pero no se consumó, al contrario, la noche de boda fue caótica, los que estaban fuera de la recamara, vieron al rey salir semi desnudo bramando “malditas mujeres hijas de satanás” y a ella decirle a su doncella “ha pretendido montarme como si fuera una yegua” agregando “se ha ido sin perpetrar tal afrenta”.
Ella se lamentaba de esa unión, diciéndole a su doncella confidente “es tarde para lamentarme, estoy encadenada a él, y debo honrarlo y obedecerlo como una buena mujer ha de hacer con su señor, so pena de perder su reino”, pero de inmediato gritó lo que marcaría su vida y su reinado: “¡Soy la soberana, y juro ante ti y ante Dios que aprenderá a respetarme!”.
Urraca, antes de este matrimonio, cuando tenía 6 años, prometieron casarla con Raimundo de Borgoña, matrimonio que se consumó cuando contaba con 12 años, tuvo dos hijos, Sancha y Alfonso, pero enviudó, y ya en estado de viudez se entregó a los brazos del conde Gómez, quien era el elegido de su corazón, pero la voluntad de su padre primó. En verdad el padre de Urraca, pensó que, uniéndola al Batallador, uniría los dos reinos, y pondría a un guerrero al frente del combate contra los sarracenos. Sin embargo, Gómez no dejó de ser su amor y el favorito de siempre, y lo seguiría siendo.
Urraca tenía un hijo, también llamado Alfonso, quien debería sucederla en el reino de León, pero en las capitulaciones matrimoniales se la obligó a aceptar que si nacía un hijo del aragonés, el suyo quedaría desposeído de su derecho del trono. Ella luchó para que ello no ocurriera y contaba con el apoyo de los súbditos de León.
Le dice a su doncella confidente que su marido estará con ella mientras le sirva, agregándole “que en cuanto le plante cara, utilizará todo su poder para aplastarme”, y eso será lo que ira ocurriendo en el devenir de la historia.
Entre los cónyuges no existía amor ni respeto, en varias oportunidades él le pegaba y la ofendía de palabras; para ella sus momentos de alivio, eran cuando salía a guerrear, lo que más les satisfacía, permitiéndole a ella recibir a su amante; no era tarea fácil, ya que el marido prohibía su ingreso al castillo, por lo que con la complicidad de su doncella ingresaba y salía sin ser visto, inventando triquiñuelas que alejaban a las personas que dormían cerca de la reina.
El infante heredero vivía lejos protegido por nobles de su confianza; se impuso no tener un hijo del Batallador, para que no se cumplieran las capitulaciones, afortunadamente, decía la reina: “él tampoco le pone empeño para engendrar un hijo”.
Su vida transcurría en una desconfianza absoluta, del momento que, incluso muchos de sus súbditos, sostenían que debía reinar un hombre y no una mujer; incluso del obispo Gelmírez, que cuando le pedía apoyo le exigía cada vez más prebendas. Sin embargo, eso no impidió que, con su ejército, fuera en apoyo del de su marido, en determinadas circunstancias.
El Batallador, arrasó con Galicia y atacó a los súbditos de su mujer que no le eran fieles. Ella, en forma temeraria le “plantó cara”, desasiendo acuerdos a los que él había llegado.


Freddy Mora | Imprimir | 193