Dr. Prof. Pablo Castillo Armijo

La formación en ética y moral, tanto en la educación media como superior, pareciera ser una inversión fallida. A pesar de conocer la diferencia entre ambos conceptos, la sociedad chilena asiste, con creciente preocupación, a una serie de escándalos protagonizados por profesionales de diversas áreas.
Médicos, abogados, ingenieros, e incluso figuras públicas con cargos de representación, nos sorprenden con acciones que van en contra de los códigos éticos y morales que deberían regir su actuar. A pesar de provenir de las mejores universidades, de profesar creencias religiosas o de pertenecer a colegios profesionales con normas claras, estos individuos parecen haber olvidado los principios básicos de la integridad.
¿Qué falla en este sistema? ¿Por qué la ética y la moral parecen ser conceptos tan elusivos en un país que invierte en educación? La respuesta, temo, es compleja y multifactorial. Si bien los cursos de ética son necesarios, no son suficientes para transformar la conducta de quienes priorizan el poder, el dinero y la fama por sobre cualquier otro valor.
Detrás de estos escándalos se esconde una profunda crisis de valores. Una sociedad donde todo se justifica en nombre del éxito, donde la corrupción es moneda corriente y donde la impunidad reina, es un caldo de cultivo ideal para la proliferación de conductas antiéticas.
Es urgente replantear nuestro modelo educativo y social. Necesitamos cultivar una cultura de la integridad, donde la ética y la moral sean pilares fundamentales. Asimismo, debemos fortalecer las instituciones y los mecanismos de control para garantizar que quienes transgreden las normas sean sancionados de manera ejemplar. Solo así podremos recuperar la confianza en nuestras instituciones y construir una sociedad más justa y equitativa.