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Opinión 28-12-2022
Luisín, nos cambiaste la vida

María de la Luz Reyes Parada
Cuando Luisín Landáez en 1960 llegó cantando “Los 100 años de Macondo” y “La piragua” jamás pensó que ese ritmo cambiaría la vida de un país en lo más medular de su ser. Era la cumbia que nos cantaba la historia de la piragua que salía desde Manco a Chimichagua, desafiando las tormentas Por las noches a los remos le arrancaban un melódico crujir de hermosa cumbias. Era la piragua de Guillermo Cubillo. Luego la Amparito Jiménez en el Festival de la Una con su pollera colorá. Así, se comienza a bailar esta mezcla exitosa.
Si bien desde 1930 veníamos siendo influenciados fuertemente por la música mexicana llegada de la mano del cine sonoro, a raíz del terremoto de 1939 el gobierno azteca envió un barco con materiales de construcción, alimentos, ropas, enfermeras, carpinteros y músicos para mantener en alto el ánimo. Causó tal gusto que su sonido permeó todas las clases sociales, aunque se mantuvo con gran éxito en las familias campesinas que sienten identificación con nombres de nuestros territorios, caballos, amores y campo. Acordeón y guitarra se fundieron con la sangre de un pueblo sureño que hizo de la música ranchera nuestro lenguaje. Por si no lo entienden, voy a cantarles un corrido muy mentado de lo que ha pasado allá en la hacienda de La Flor… en donde Juan Charrasqueado le prestó su apodo a la música norteña convirtiéndose desdeñosamente en “los charrasqueados mejicanos” y ni decir de las “Juana Gallo”, caricatura de mujer aguerrida y valiente con cuyo nombre se denominaba a las mujeres empoderadas. El amor por esta música llegó a seducir hasta los Hermanos Campos quienes en la década de los 50 cantaban “La zorrita corredora” (huichi zorrita, huichi lalá, le echo mi perro que la pillará) y doña Guadalupe del Carmen con “Cartas marcadas”, puro talento sureño. En las radios Chilena, Agricultura, Cooperativa y nuestras Soberanía y Ancoa, al amanecer y al anochecer los sones de México se tomaban las emisoras.
Y volviendo a Luisín, creo que él no pensó que los chilenos nos adueñaríamos con tal pasión de la cumbia que se matizaría con nuestros gustos y nacería “la cumbia chilena”. Marty Palacios, nacido en Talca y estudiante del Conservatorio, dedicado a la música docta e interpretación de Violín fue quien le dió vida a este ritmo que desde el año 1962 nos acompaña en cuanta celebración haya. Sí, el padre de la cumbia chilena es la voz de la Sonora Palacios. Trompetas alucinantes y percusión rítmica nos parieron una música ni tan intensa ni rápida, suficiente para conquistar y celebrar. Sonidos de metales, percusión menor como timbales y guiro, guitarra limpia en guitarra eléctrica (ese sonido como tititiritititittiri) y una inmortal mezcla de ritmos con los que cantamos y bailamos sin pararDesde allí se descuelga Américo, Noche de Brujas, La Noche. En este desarrollo musical, el sur del país hace tiene algo importante que decir. Tomamos los sonidos de la música mexicana llamada norteña, esa que popularizaron Los Reales del Valle, Los Manantiales, Los Hermanos Bustos y los mezclamos con los de Tommy Rey, Pachuco, Sonora Palacios, Los Viking 5, Giolito y su Combo y surge gloriosa! La cumbia ranchera. Muchos de los que arrugan la nariz al oír los Méjico (nombre popular de la música ranchera), entran en horror con este nuevo ritmo, propio del sur de Chile. Es despreciado por intelectuales y jóvenes extravagantes aduciendo que es de mal gusto y de campo; por sectores académicos y puristas ‒demostrado en la escasa cantidad de estudios sobre el tema‒ que bien vale un profundo análisis. Sin embargo, deberíamos buscar la razón para que sea nuestro lenguaje junto a la cueca. La cumbia ranchera se yergue como la vitrina del sentir popular y cumple a cabalidad objetivos como entretener y congregar, transformándose además en un potente sello identitario territorial y humano, traspasando incluso las fronteras chilenas. Hemos entronizado esta mezcla de cumbia y ranchera, grabada sobre pistas digitales, con el teclado al centro del ritmo y una puesta en escena llena de color, estilo y movimiento. Los Charros de Lumaco, Santa Feria, Los Rancheros del Rio Maule, nuestros linarenses Grupo Scala y Hermanos Bravo, fueron masificando un sonido nuevo, que a las voces de “póngale primo” casi se nos va el alma, sin diferencias, en cada fiesta.
Fiesta… llega fin de año y de seguro entonaremos el otro himno nacional, ese que mientras bailamos moviendo los hombros y la cabeza agachada como en el más profundo pensamiento se nos aprieta la garganta, el llanto se viene a los ojos, ni qué negarlo, si está sonando la Sonora Palacios y su maravillosa percusión, recordándonos que es un año más que se va, un año más cuantos se han ido, un año más que tú has vivido, un año que has gozado también has sufrido. 40, 50 o 60… no solo se han ido años sino personas. Tantos faltarán a la mesa o no contestarán el llamado telefónico para desear un feliz año nuevo, tantos abrazos tibios nos harán falta, tantos partieron a otros cielos u otros continentes... Sin embargo es momento también de celebrar haberlos conocido, compartido sus vidas con nosotros, dejar una marca indeleble en el alma, ser parte de uno mismo.
Hemos tenido tiempos convulsos en los cuales pareciera que todos los valores que nos hicieron crecer y desarrollarnos como sociedad, están errados. Rancios. La tolerancia y libertad full es como la moda, pero ya pronto nos hemos dado cuenta que necesitamos una estructura y costuras para que la vida crezca lo más firme posible. En la noche de Año Nuevo haremos muchos rituales, que con la maleta te subes a la silla, que comes lentejas, una carta que quemas y tiras por el WC, calzones amarillos, un incienso, darle el abrazo a alguien del género opuesto y así tanto más. Cualquiera sea el ritual que hagamos, que nos traiga paz que es lo más cercano a la perfección. Paz para oír al que disiente de mi idea, paz para ir entendiendo y atendiendo los cambios del mundo, paz para construir un espacio en el que, lo mismo que la cumbia chilena., vayamos convergiendo en armonía y alegría, creando un nuevo sentir con los valores de siempre. Paz para perdonar y olvidar las estupideces tan humanas. Y paz para mantener la salud y esperanza de ir mejorando. Y agradezcamos lo que tenemos. Mucho, poco, algo… sin duda el agradecimiento va aparejado a la conciencia de ser. Y eso, no podemos olvidarlo. Ser. Somos.
Cantaremos las más entretenidas cumbias, aunque estemos solos nos negamos a olvidar al que amamos. Todos vivimos hasta que nos olvidamos.
Les deseo una bonita celebración, acá en mi Linares querido – con los sonidos entrañables del Grupo Quatro, Grupo Niebla, Scala- y a lo inmenso del mundo. Que en cada rincón los sones de nuestra música les traigan por un instante a casa, al aroma de los recuerdos bonitos. Al momento exacto que los haga más feliz, pues la felicidad son aromas, imágenes, recuerdos. Feliz Año Nuevo, feliz foja cero!! Y como dice el Director de mi querido Liceo, “Si, se puede”.
Cuando Luisín Landáez en 1960 llegó cantando “Los 100 años de Macondo” y “La piragua” jamás pensó que ese ritmo cambiaría la vida de un país en lo más medular de su ser. Era la cumbia que nos cantaba la historia de la piragua que salía desde Manco a Chimichagua, desafiando las tormentas Por las noches a los remos le arrancaban un melódico crujir de hermosa cumbias. Era la piragua de Guillermo Cubillo. Luego la Amparito Jiménez en el Festival de la Una con su pollera colorá. Así, se comienza a bailar esta mezcla exitosa.
Si bien desde 1930 veníamos siendo influenciados fuertemente por la música mexicana llegada de la mano del cine sonoro, a raíz del terremoto de 1939 el gobierno azteca envió un barco con materiales de construcción, alimentos, ropas, enfermeras, carpinteros y músicos para mantener en alto el ánimo. Causó tal gusto que su sonido permeó todas las clases sociales, aunque se mantuvo con gran éxito en las familias campesinas que sienten identificación con nombres de nuestros territorios, caballos, amores y campo. Acordeón y guitarra se fundieron con la sangre de un pueblo sureño que hizo de la música ranchera nuestro lenguaje. Por si no lo entienden, voy a cantarles un corrido muy mentado de lo que ha pasado allá en la hacienda de La Flor… en donde Juan Charrasqueado le prestó su apodo a la música norteña convirtiéndose desdeñosamente en “los charrasqueados mejicanos” y ni decir de las “Juana Gallo”, caricatura de mujer aguerrida y valiente con cuyo nombre se denominaba a las mujeres empoderadas. El amor por esta música llegó a seducir hasta los Hermanos Campos quienes en la década de los 50 cantaban “La zorrita corredora” (huichi zorrita, huichi lalá, le echo mi perro que la pillará) y doña Guadalupe del Carmen con “Cartas marcadas”, puro talento sureño. En las radios Chilena, Agricultura, Cooperativa y nuestras Soberanía y Ancoa, al amanecer y al anochecer los sones de México se tomaban las emisoras.
Y volviendo a Luisín, creo que él no pensó que los chilenos nos adueñaríamos con tal pasión de la cumbia que se matizaría con nuestros gustos y nacería “la cumbia chilena”. Marty Palacios, nacido en Talca y estudiante del Conservatorio, dedicado a la música docta e interpretación de Violín fue quien le dió vida a este ritmo que desde el año 1962 nos acompaña en cuanta celebración haya. Sí, el padre de la cumbia chilena es la voz de la Sonora Palacios. Trompetas alucinantes y percusión rítmica nos parieron una música ni tan intensa ni rápida, suficiente para conquistar y celebrar. Sonidos de metales, percusión menor como timbales y guiro, guitarra limpia en guitarra eléctrica (ese sonido como tititiritititittiri) y una inmortal mezcla de ritmos con los que cantamos y bailamos sin pararDesde allí se descuelga Américo, Noche de Brujas, La Noche. En este desarrollo musical, el sur del país hace tiene algo importante que decir. Tomamos los sonidos de la música mexicana llamada norteña, esa que popularizaron Los Reales del Valle, Los Manantiales, Los Hermanos Bustos y los mezclamos con los de Tommy Rey, Pachuco, Sonora Palacios, Los Viking 5, Giolito y su Combo y surge gloriosa! La cumbia ranchera. Muchos de los que arrugan la nariz al oír los Méjico (nombre popular de la música ranchera), entran en horror con este nuevo ritmo, propio del sur de Chile. Es despreciado por intelectuales y jóvenes extravagantes aduciendo que es de mal gusto y de campo; por sectores académicos y puristas ‒demostrado en la escasa cantidad de estudios sobre el tema‒ que bien vale un profundo análisis. Sin embargo, deberíamos buscar la razón para que sea nuestro lenguaje junto a la cueca. La cumbia ranchera se yergue como la vitrina del sentir popular y cumple a cabalidad objetivos como entretener y congregar, transformándose además en un potente sello identitario territorial y humano, traspasando incluso las fronteras chilenas. Hemos entronizado esta mezcla de cumbia y ranchera, grabada sobre pistas digitales, con el teclado al centro del ritmo y una puesta en escena llena de color, estilo y movimiento. Los Charros de Lumaco, Santa Feria, Los Rancheros del Rio Maule, nuestros linarenses Grupo Scala y Hermanos Bravo, fueron masificando un sonido nuevo, que a las voces de “póngale primo” casi se nos va el alma, sin diferencias, en cada fiesta.
Fiesta… llega fin de año y de seguro entonaremos el otro himno nacional, ese que mientras bailamos moviendo los hombros y la cabeza agachada como en el más profundo pensamiento se nos aprieta la garganta, el llanto se viene a los ojos, ni qué negarlo, si está sonando la Sonora Palacios y su maravillosa percusión, recordándonos que es un año más que se va, un año más cuantos se han ido, un año más que tú has vivido, un año que has gozado también has sufrido. 40, 50 o 60… no solo se han ido años sino personas. Tantos faltarán a la mesa o no contestarán el llamado telefónico para desear un feliz año nuevo, tantos abrazos tibios nos harán falta, tantos partieron a otros cielos u otros continentes... Sin embargo es momento también de celebrar haberlos conocido, compartido sus vidas con nosotros, dejar una marca indeleble en el alma, ser parte de uno mismo.
Hemos tenido tiempos convulsos en los cuales pareciera que todos los valores que nos hicieron crecer y desarrollarnos como sociedad, están errados. Rancios. La tolerancia y libertad full es como la moda, pero ya pronto nos hemos dado cuenta que necesitamos una estructura y costuras para que la vida crezca lo más firme posible. En la noche de Año Nuevo haremos muchos rituales, que con la maleta te subes a la silla, que comes lentejas, una carta que quemas y tiras por el WC, calzones amarillos, un incienso, darle el abrazo a alguien del género opuesto y así tanto más. Cualquiera sea el ritual que hagamos, que nos traiga paz que es lo más cercano a la perfección. Paz para oír al que disiente de mi idea, paz para ir entendiendo y atendiendo los cambios del mundo, paz para construir un espacio en el que, lo mismo que la cumbia chilena., vayamos convergiendo en armonía y alegría, creando un nuevo sentir con los valores de siempre. Paz para perdonar y olvidar las estupideces tan humanas. Y paz para mantener la salud y esperanza de ir mejorando. Y agradezcamos lo que tenemos. Mucho, poco, algo… sin duda el agradecimiento va aparejado a la conciencia de ser. Y eso, no podemos olvidarlo. Ser. Somos.
Cantaremos las más entretenidas cumbias, aunque estemos solos nos negamos a olvidar al que amamos. Todos vivimos hasta que nos olvidamos.
Les deseo una bonita celebración, acá en mi Linares querido – con los sonidos entrañables del Grupo Quatro, Grupo Niebla, Scala- y a lo inmenso del mundo. Que en cada rincón los sones de nuestra música les traigan por un instante a casa, al aroma de los recuerdos bonitos. Al momento exacto que los haga más feliz, pues la felicidad son aromas, imágenes, recuerdos. Feliz Año Nuevo, feliz foja cero!! Y como dice el Director de mi querido Liceo, “Si, se puede”.
Freddy Mora | Imprimir | 715