jueves 13 de marzo del 2025
El Diario del Maule Sur
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Opinión 13-03-2025
“Machos Alfa”: La comedia que sacude (y divierte) la masculinidad
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Mauro Basaure, académico de Sociología, Universidad Andrés Bello.

No cabe duda de que el humor es una de las mejores armas para tratar temas problemáticos, tanto a nivel interpersonal, como de la sociedad. Machos Alfa, la serie española que mezcla carcajadas con situaciones de lo más incómodas, parece llevar esta premisa hasta las últimas consecuencias. En cada episodio, asistimos a un desfile de abuelos machistas rígidos que terminan siendo cuidadores amorosos, niños que se replantean su identidad de género, parejas que no saben si ser abiertas o conservadoras… y varones que —entre perplejidad y miedo a “perder el mando”— descubren que la masculinidad tiene muchas más aristas de las que creían.
Pero la serie no se detiene en la dualidad simplista de “machistas vs. no machistas”. Una gracia de la serie radica en que tampoco se limita a mostrar hombres “machotes” (machirulos, dice la serie española) y mujeres sufridas. Más bien, nos presenta un abanico de personajes que encarnan diversas masculinidades y formas de ser mujer, experimentos en los modos de hacer pareja, con todo el enredo de combinaciones que eso puede producir. La serie explota hastas el disfrute esta complejidad que se produce cuando uno está lejos de los roles tradicionales de género, pero al mismo tiempo no tanto. Machos Alfa muestra que los roles —en lo familiar, lo afectivo y hasta lo identitario— son mucho más maleables de lo que la tradición nos ha enseñado. En el centro de todo ello está la puesta en escena hilarante de un fenómeno que la literatura académica ya ha explicado al detalle: la masculinidad hegemónica —por mucho poder que regale a sus “portadores”— puede resultar dañina también para los propios hombres.
Ahora bien, como toda producción que se atreve a tocar fibras sensibles, la serie también enfrenta sus críticas. Hay quienes señalan que, al hacer humor de situaciones que reflejan micromachismos o violencias cotidianas, corre el riesgo de banalizar problemas de fondo; y que, de tanto querer hacer reír, podría quedarse en lo superficial. Otros la acusan de reproducir cierto sesgo: sí, habla de muchas masculinidades, pero casi todas ubicadas en un espectro cisheterosexual y de clase media, dejando de lado otras realidades y perspectivas (ser gay o lesbiana pobre, padre soltero en situación de vulnerabilidad económica, etc.).
Asimismo, algunos cuestionan que la serie refuerce ciertos clichés: los personajes que abrazan con demasiada soltura lo “nuevo” caen en formas un tanto estereotipada; la caricatura del “macho”, en lugar de ayudar a repensar seriamente el machismo, se queda en la mera comedia de enredos. Dicho de otra forma, se critica que en la línea que separa la denuncia de la perpetuación puede a veces inclinarse —sin querer— hacia lo segundo.
No obstante, más allá de estas legítimas objeciones, hay un mérito innegable: Machos Alfa ha instalado en la conversación pública —de forma directa y con humor— un tema que antes se debatía casi en exclusiva en foros académicos o activistas. Que millones de personas se sienten a disfrutar de una comedia y acaben preguntándose sobre su masculinidad, sus relaciones de pareja no es poca cosa. Puede que el chiste no sea perfecto, pero sí abre a la reflexión.
En definitiva, la serie funciona como un espejo que nos muestra un caleidoscopio de identidades y relaciones. Nos recuerda que las viejas fórmulas de “el hombre no llora”, “el hombre provee” y “el hombre manda” no solo perjudican a las mujeres y a las minorías, sino que son una trampa que atrapa también a los propios varones. ¿La solución? Nadie la tiene clara: ni los niños que se prueban etiquetas, ni los abuelos que deconstruyen sus sesenta años de machismo, ni las parejas que improvisan reglas afectivas. Pero tal vez el avance radique en esa honestidad cómica que dice: “oye, no sé bien qué estoy haciendo, pero sí sé que debo cambiar”.
Y ahí está la gracia mayor de Machos Alfa: precisamente en atreverse a “meter la pata” y a cuestionar, en clave de humor, algo tan arraigado como los roles de género. Con sus aciertos y sus fallos, nos deja una puerta abierta a la reflexión para el gran público. Al fin y al cabo, los cambios culturales no siempre llegan con un tratado filosófico bajo el brazo; a veces, basta con un chiste bien puesto para dar el puntapié inicial a la autocrítica… y para convencernos de que ser hombre también puede tener muchas otras caras, más libres y menos dañinas.
Freddy Mora | Imprimir | 155