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jueves 26 de diciembre del 2024
Opinión 09-11-2024
¿Puede la educación en Chile mejorar sin notas?
Faride Rendich Académica Facultad de Educación Universidad de Las Américas
La eliminación de notas en las primeras etapas escolares ha abierto un debate relevante sobre el verdadero propósito de la evaluación en nuestras aulas. Aunque esta no es una idea nueva, varias escuelas en Chile y el mundo ya han optado por modelos más cualitativos y formativos. La meta es fomentar una educación centrada en un aprendizaje significativo y profundo, y menos orientada en la competencia numérica. Pero ¿puede este cambio realmente transformar la enseñanza en nuestro país?
Durante generaciones las notas han sido el principal mecanismo de evaluación en las escuelas, certificando niveles de desempeño y asegurando un estándar mínimo de aprendizaje. Sin embargo, la forma en que estas se asignan tiende a ser numeral y a menudo arbitraria y subjetiva, lo que convierte la experiencia educativa en una transacción de contenidos, priorizando el resultado por sobre el desarrollo de habilidades, competencias y actitudes para la vida. Es aquí donde surge la propuesta de mantener una certificación de niveles, pero utilizando conceptos más amplios y claros, en lugar de calificaciones que no siempre reflejan el progreso del estudiante de manera justa.
Esta perspectiva podría dar paso a enfoques centrados en el progreso individual de cada alumno, fomentando una relación positiva y saludable con el aprendizaje. Una mirada de este tipo no sólo reduce la presión y el estrés, sino que también fomenta la colaboración y el bienestar estudiantil. No obstante, para que esta medida tenga un impacto real, debe ir acompañada de una estrategia nacional que promueva una educación más equitativa para todos, no sólo para aquellos en colegios que adoptan la iniciativa de manera aislada, además de modificar características elementales en nuestro sistema educativo, como, por ejemplo, reducir la cantidad de niños por sala.
El caso de Finlandia, por representar un ideario, es inspirador, pero su éxito no se limita a eliminar las notas. Está respaldado por un sistema educativo que utiliza evaluaciones cualitativas centradas en el progreso del estudiante dentro de condiciones que permiten este sistema, al interior de una sociedad que valora integralmente la docencia, fomenta la autonomía de los académicos y crea una cultura escolar enfocada en el aprendizaje más que en la competencia. Esto sugiere que, para lograr resultados similares en Chile, la eliminación de calificaciones debe formar parte de un cambio más amplio, apoyado por políticas coherentes y un entorno que valore la educación y el rol docente de manera integral.
Este cambio también presenta desafíos importantes para las facultades de educación. Formar profesores con prácticas pedagógicas esenciales y efectivas que promuevan una educación basada en la retroalimentación y la evaluación formativa, es complejo, especialmente cuando muchos estudiantes universitarios no han experimentado este tipo de aprendizaje durante su etapa escolar. Sin haber vivido esta práctica, resulta más difícil para ellos desarrollar una pedagogía centrada en la retroalimentación. Por eso, es crucial fortalecer la formación inicial basada en la práctica, brindando a estos futuros profesionales ambientes inmersivos donde puedan experimentar y aplicar estrategias de evaluación formativa.
En última instancia, la verdadera apuesta debe ser redefinir la calidad educativa en el país. Al dejar de lado la obsesión por los rankings podríamos centrarnos en lo que realmente importa: formar personas capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI con pensamiento crítico, creatividad y resiliencia. La eliminación de notas no debe considerarse solo un ajuste técnico, sino un paso hacia una educación más humana y equitativa, respaldada por experiencias exitosas en otros países y la necesidad urgente de cambios estructurales.
La eliminación de notas en las primeras etapas escolares ha abierto un debate relevante sobre el verdadero propósito de la evaluación en nuestras aulas. Aunque esta no es una idea nueva, varias escuelas en Chile y el mundo ya han optado por modelos más cualitativos y formativos. La meta es fomentar una educación centrada en un aprendizaje significativo y profundo, y menos orientada en la competencia numérica. Pero ¿puede este cambio realmente transformar la enseñanza en nuestro país?
Durante generaciones las notas han sido el principal mecanismo de evaluación en las escuelas, certificando niveles de desempeño y asegurando un estándar mínimo de aprendizaje. Sin embargo, la forma en que estas se asignan tiende a ser numeral y a menudo arbitraria y subjetiva, lo que convierte la experiencia educativa en una transacción de contenidos, priorizando el resultado por sobre el desarrollo de habilidades, competencias y actitudes para la vida. Es aquí donde surge la propuesta de mantener una certificación de niveles, pero utilizando conceptos más amplios y claros, en lugar de calificaciones que no siempre reflejan el progreso del estudiante de manera justa.
Esta perspectiva podría dar paso a enfoques centrados en el progreso individual de cada alumno, fomentando una relación positiva y saludable con el aprendizaje. Una mirada de este tipo no sólo reduce la presión y el estrés, sino que también fomenta la colaboración y el bienestar estudiantil. No obstante, para que esta medida tenga un impacto real, debe ir acompañada de una estrategia nacional que promueva una educación más equitativa para todos, no sólo para aquellos en colegios que adoptan la iniciativa de manera aislada, además de modificar características elementales en nuestro sistema educativo, como, por ejemplo, reducir la cantidad de niños por sala.
El caso de Finlandia, por representar un ideario, es inspirador, pero su éxito no se limita a eliminar las notas. Está respaldado por un sistema educativo que utiliza evaluaciones cualitativas centradas en el progreso del estudiante dentro de condiciones que permiten este sistema, al interior de una sociedad que valora integralmente la docencia, fomenta la autonomía de los académicos y crea una cultura escolar enfocada en el aprendizaje más que en la competencia. Esto sugiere que, para lograr resultados similares en Chile, la eliminación de calificaciones debe formar parte de un cambio más amplio, apoyado por políticas coherentes y un entorno que valore la educación y el rol docente de manera integral.
Este cambio también presenta desafíos importantes para las facultades de educación. Formar profesores con prácticas pedagógicas esenciales y efectivas que promuevan una educación basada en la retroalimentación y la evaluación formativa, es complejo, especialmente cuando muchos estudiantes universitarios no han experimentado este tipo de aprendizaje durante su etapa escolar. Sin haber vivido esta práctica, resulta más difícil para ellos desarrollar una pedagogía centrada en la retroalimentación. Por eso, es crucial fortalecer la formación inicial basada en la práctica, brindando a estos futuros profesionales ambientes inmersivos donde puedan experimentar y aplicar estrategias de evaluación formativa.
En última instancia, la verdadera apuesta debe ser redefinir la calidad educativa en el país. Al dejar de lado la obsesión por los rankings podríamos centrarnos en lo que realmente importa: formar personas capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI con pensamiento crítico, creatividad y resiliencia. La eliminación de notas no debe considerarse solo un ajuste técnico, sino un paso hacia una educación más humana y equitativa, respaldada por experiencias exitosas en otros países y la necesidad urgente de cambios estructurales.
Freddy Mora | Imprimir | 290