martes 17 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 12-09-2024
SERVANDITO

José Barros Méndez
TRAMA

Hace un tiempo atrás, me visitó un amigo de Santiago que no conocía nuestra ciudad y me pidió que lo llevara a conocer los aspectos más representativos y destacados de ella, por cierto, lo llevé a conocer nuestra hermosa Catedral y nuestra querida Plaza de Armas. Luego de visitar la Catedral recorrimos la plaza; pasamos por el edificio municipal, la Gobernación, el pequeño obelisco frente a la Municipalidad que recuerda la fundación de Linares, los bustos de Arturo Prat y Bernardo O´Higgins. Al pasar junto al odeón, sorpresivamente nos topamos con la figura de Servandito, la escultura de bronce que está en su base.
Luego de observar detenidamente y en silencio por unos momentos su imagen, muy sorprendido por tan particular personaje, más aún, al ver que aparentemente no se trataba de alguien ilustre ni destacado de nuestra ciudad, se interesó por conocer su historia, detalles de su vida, preguntándome quién era.
Buscando un relato claro para explicar de quién se trataba, reflexioné unos instantes, trasladándome a mi época escolar primaria (Enseñanza Básica actual) a finales de los años 50 y principios de los 60, cuando salía de clases y transitaba por el centro y la plaza rumbo a casa.
En esa época conocí a Servandito. Recuerdo claramente su frágil figura: bajito, vestido algo haraposo, sus pies arqueados y descalzo tanto en invierno como en verano, con un palo a modo de báculo, una bolsa de malla de muchos usos en la época y un cigarrillo en sus labios. Su hablar era balbuceante, más bien infantil, era poco entendible para mí y para quienes no estaban familiarizado con él, a diferencia de los del sector céntrico, que compartían diariamente con su aspecto mendigar, ellos sí entendían su hablar. En mi imaginación infantil, lo veía como un niño en un cuerpo de adulto.
Durante la semana, habitualmente deambulaba por calle Independencia, nuestra principal arteria comercial. Sentado en las gradas de acceso al Banco del Estado, frente a la plaza (en esa época el acceso al Banco era por la esquina de Independencia con Manuel Rodríguez). Ahí esperaba sentado y silencioso el aporte generoso de los parroquianos. Me parecía que era su lugar favorito durante la semana, en tanto los domingos se le veía sentado en las gradas de la Catedral a la salida de las misas dominicales. Siempre solitario, anónimo, pobre, humilde, algo inocente y respetuoso, lo que tal vez despertaba el afecto y consideración de la gente.
A pesar de su precariedad y anonimato, era reconocido por la mayor parte de los ciudadanos, particularmente por dependientes de tiendas, trabajadores de oficina y comerciantes de calle Independencia. Fue un testigo anónimo de nuestra ciudad de aquella época, más pueblerina y rural.
Luego de relatar su historia a mi amigo santiaguino, me surgió esta reflexión; ¿Qué inspiró a la persona que, anónimamente pensó, financió e instaló esta escultura de tan peculiar personaje en el paseo más concurrido de nuestra ciudad? Una escultura de un hombre pobre, haraposo, descalzo, humilde, con cierta inocencia. que comparte el espacio público con nuestros héroes nacionales, quien no contribuyó con obras al progreso de la ciudad, no fue un político ni un deportista destacado, no fue un escritor, no fue un poeta o un investigador o alguien que aportara o diera prestigio a la comunidad. ¿Qué inspiró o qué vio en este hombre simple, mendigo, hijo de la calle? ¿Que vio en Servandito que nosotros no logramos ver?
Hoy en su tumba nunca le faltan flores, velas encendidas y, sorprendentemente, placas de gratitud por favores concedido, como si de un santo milagroso se tratara. Ante su figura de bronce bien representada, junto al odeón de nuestra plaza muchos linarenses, jóvenes, niños, abuelos se toman fotos al lado de su pequeña figura para su inmortalidad.
Luego de relatar brevemente su historia y tratando de responder acerca de quién fue Servandito, después de un profundo silencio, mi amigo escueta y seriamente comentó: “Tal vez fue un ser sabio, disfrazado de mendigo, que con su sola presencia dejó un mensaje a la ciudad”
Su comentario me llevó, ahora, a reflexionar e ir más allá de lo que he descrito de él: ¿Nos dejó un mensaje? ¿Un mensaje que no conocemos, un mensaje que no hemos sabido descifrar ni comprender? ¿Puede un ser humano con su sola presencia transmitir valores y dejar huella en la sociedad? Concluyo mi reflexión con una última pregunta: ¿Servandito, un mudo testimonio de nuestra olvidada humanidad? (TRAMA, Organización, Literaria y Artística)
Freddy Mora | Imprimir | 215