viernes 13 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 25-08-2024
Turismo al Día: Turismo Inclusivo, mi experiencia con Davi
Ricardo Álvarez V.
Director Ejecutivo de EMPROEX

Hablar sobre turismo inclusivo o accesible sin haber tenido antes reales experiencias, es tan difícil como enseñar sobre buceo sin jamás haberlo practicado. Es por ello que hoy les voy a contar cómo me inicié en él, no sin antes haber tenido algunos “percances”. La historia que les contaré es real y la viví en el año 2017 cuando trabajaba en mi agencia, la Brachitour y efectuábamos tours receptivos a turistas brasileños que visitaban Santiago. Esta historia la intitulé “Davi”, que es así como se escribe en portugués el nombre David.
“DAVI”
Llevaba ya más de tres meses conversando con ella. Muchas preguntas y ninguna decisión de cerrar su reserva conmigo. Sus pasajes ya estaban comprados y el hotel reservado. Ella viajaría con su hijo de quince años, que tiene síndrome de Down. Su mayor preocupación era precisamente encontrar paseos adecuados a su condición. Le explicaba factores que, según mi opinión, marcarían la diferencia, ya sea positiva o negativa, en determinados paseos. Pero ella era indecisa y retrocedíamos más de lo que avanzábamos. Un día, ya pasadas las 23:00 horas, volvió a ponerse en contacto conmigo, y con la misma dinámica de siempre, como si no le hubiera explicado ya con "peras y manzanas". Sin embargo, ese día yo no estaba en mi mejor momento, así que le dije que dejaría de atenderla, que sus preocupaciones eran exageradas, que su hijo podría participar sin ningún problema en todos los paseos que ya había validado, de acuerdo con mi conocimiento y experiencia. Pero le pedí que se pusiera en contacto con otra agencia. Ella no me respondió nada y pasaron los días sin que volviera a ponerse en contacto conmigo. Debo reconocer que me sentí un poco culpable, pensaba que, aunque le había explicado varias veces, ella actuaba así por sentirse insegura debido a la condición de su hijo. Pero nos auto perdonamos fácilmente, y ese fue precisamente mi caso.
El tiempo siguió avanzando y ya en julio recibí una llamada de ella, por WhatsApp. Pensé por un momento en no atenderla, pero al final lo hice. Ella me dijo que estaban en un hotel, en el centro de Santiago, y me preguntó si tendría lugar para ellos dos, para hacer un paseo a la nieve al día siguiente. Me pidió que, por favor, los atendiera y prometió confiar absolutamente en mí.
Efectivamente, al día siguiente teníamos un grupo que visitaría Valle Nevado y Farellones, y como aún quedaban plazas disponibles, los incluí. Pasamos por el hotel a la hora acordada y allí estaban en la recepción, los dos, madre e hijo.
Como en la van solo había dos asientos disponibles, siendo uno de ellos en la parte delantera, entre el conductor y yo, allí acomodé a Davi, el protagonista de esta historia. Desde el comienzo le di la "misión" de bajar el volumen de la radio cada vez que hablara con los pasajeros acomodados en la parte trasera. Davi estaba atento a cualquier gesto mío que indicara que lo haría. Era un gran colaborador.
Llegamos a la tienda de ropa de nieve y le dije: "Amigo, quédate conmigo, que te voy a transformar en el esquiador más elegante". Solo reía, pero no se separó de mí, y me esmeré en la elección de las prendas, las más bonitas, para que le quedaran perfectas.
Llegamos a Farellones, donde solemos detenernos frente a un mirador, observar las montañas nevadas y beber una taza de chocolate caliente que llevo en un termo y que preparo temprano en la mañana, antes de salir de casa. Davi enseguida hizo una mueca, y su madre aclaró que no le gusta el chocolate con leche. Entonces le dije: "Amigo, los montañistas, sí, bebemos chocolate caliente mientras planeamos lo que haremos en el día". Bebió dos tazas.
Continuamos el viaje y pronto llegamos a Valle Nevado, donde solo bajamos por un breve tiempo, para ir al baño y tomar buenas fotos. Nuevamente, Davi se pegó a mí y tuve que ayudarlo con el cierre de su pantalón de nieve cuando fue al baño. Todos subimos de nuevo a la van y nos dirigimos al parque de Farellones, donde todos ingresarían, excepto el conductor y yo, que siempre esperamos pacientemente en la parte exterior del parque.
Pero esta vez fue diferente, porque Davi no quería entrar sin mí, y, amigos, he ido a ese parque tantas veces que ni siquiera sabría decir cuántas, pero nunca me divertí tanto como ese día junto a Davi. Jugamos como dos niños, y él ciertamente era un niño.
De regreso a Santiago, nos despedimos con un abrazo eterno y, lamentablemente, un viaje mío programado para el día siguiente, al sur de Chile, nos impidió hacer otros paseos juntos.


Freddy Mora | Imprimir | 396