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miércoles 27 de noviembre del 2024
Opinión 27-11-2024
UN ENCUENTRO EN LA PALABRA
Taller Literario de la
“AGRUPACIÓN CULTURAL GERMÁN MOURGUES BERNARD”
LOS PRECARIOS
Antonia de María
Hay días difíciles y éste, agobiante, áspero, disperso, insípido. A diferencia de lo que piensa mi hermana, no me gusta llorar, pero no conozco otra forma de aliviar todo el enjambre de emociones que, como movimientos telúricos, me sobrepasan. Quiero llorar. ¿Qué tiene de malo? Hablan como si nada, de la gente quejumbrosa, como si la vida pasara por ellos, los no quejumbrosos, los suprahumanos, haciéndoles cosquillas. La vida real no es así. En la vida real las personas se quejan de sentirse de gordas, de estar demasiado delgadas, de dolores físicos insospechados, de los teléfonos que se rompen, de la ingratitud, de los fracasos, la lista es larga. Que yo me queje de mi frustración es casi una anécdota.
Las elecciones por otra parte tienen ese mal gusto que se asemeja al duelo. Todo es pérdida. La vida no da oportunidades, da opciones, eso es muy distinto. Si optas, vas dejando algo atrás, algo herido. Entre tantas voces, tantas nuevas opciones, el murmullo se acrecienta y lo dejado atrás se queda adherido a todo lo que fue y no pudo ser y sigilosamente te sigue y te reclama y si lo escuchas, en algún momento, te consumirá, te matará. ¿Cómo pudiera explicarte que en cada camino que recorrí, en cada esquina en la que doblé, la incertidumbre me oprimía el estómago con violencia, haciéndome siempre dudar entre lo que quería y lo que debía? Entonces se me aparecían, bailarines, flotando, los viejos dolores, las antiguas decisiones, los caminos mal escogidos, el arrepentimiento, la culpa, los “podríahaberlohechomejor”. Pero no se pudo, no lo hice bien, me equivoqué.
Me acerco a las reuniones de los colegiados, cansada, muy cansada, con el estómago apretado, sabiendo que, entre ellos, hay suprahumanos, muchos, demasiados, más de los que quisiera, que con sus propios prismas van a estar inquiriendo, evaluando y sentenciando. ¡Son terribles! ¡ten cuidado! se acercarán a ti con amplias sonrisas, con gestos halagüeños, con palabras amables… ¡Ten cuidado! A nosotros, los precarios, nos desvisten, nos desnudan y entonces, cuando creemos que podemos apoyar nuestras cabezas en sus hombros, retroceden ofendidos y alienados, por quejarnos, nos latigan con sus lenguas bífidas, viperinas, inmaculadas. Mientras ellos caminan sobre terciopelo, te agotas el alma tratando de mantener el equilibrio en una cuerda floja. Te cuides o no te cuides. Haz lo que quieras, pero no digas que nadie te advirtió.
Te digo más, hay en nosotros, los precarios, una virtud que los suprahumanos jamás van a poseer. Ellos tendrán el afecto, los aplausos, son astutos, se ganarán el cielo, pero los posee el ego como un demonio. Por eso no podrían jamás ser la persona correcta, la amiga correcta, el esposo correcto y debes optar por dejarlos pasar, aunque después duela porque en ellos, nosotros los precarios transitamos desde el respeto al oprobio. Lo digo con vergüenza. Es que las personas equivocadas usan sus propios prismas y por lo mismo, carecen de la caridad suficiente para ponerse en el lugar de los otros y cuando lo hacen es solo para sentirse buenos y justos y santos. Es como si el ego les hubiera atrofiado el sentido de la lealtad y solo por eso, para ellos, los malos pueden volverse buenos.
Los precarios, al contrario, hemos tenido la gracia de percibir el dolor ajeno y contra nuestra voluntad hemos optado por lo correcto, dejando atrás lo que queríamos, lo que nos hacía falta o lo que merecíamos. Por eso podemos hacer lo correcto, aunque nos duela y lleguemos con ello a la blasfemia. Por eso, parecería que cambias de opinión o que no eres consecuente, pero no hay consecuencia mayor que esta: decir que eliges lo correcto y blasfemar por ello. Tal vez no lleguemos al cielo, tal vez ni siquiera a la tierra. Lo más probable es que la falta de ego nos mantenga en este limbo de los desadaptados, donde escasean o no existen las amplias sonrisas ni las frases de cortesía, donde la soledad puede carcomerte hasta los huesos del alma, pero da lo mismo. Después de todo ¿Quién eres tú? Un grano de sal en lo profundo del océano, nada más.
Te digo esto, mi pequeña niña, porque a veces, es necesario ponerle al corazón un letrero que contenga la frase “NO HAY VACANTE”
“AGRUPACIÓN CULTURAL GERMÁN MOURGUES BERNARD”
LOS PRECARIOS
Antonia de María
Hay días difíciles y éste, agobiante, áspero, disperso, insípido. A diferencia de lo que piensa mi hermana, no me gusta llorar, pero no conozco otra forma de aliviar todo el enjambre de emociones que, como movimientos telúricos, me sobrepasan. Quiero llorar. ¿Qué tiene de malo? Hablan como si nada, de la gente quejumbrosa, como si la vida pasara por ellos, los no quejumbrosos, los suprahumanos, haciéndoles cosquillas. La vida real no es así. En la vida real las personas se quejan de sentirse de gordas, de estar demasiado delgadas, de dolores físicos insospechados, de los teléfonos que se rompen, de la ingratitud, de los fracasos, la lista es larga. Que yo me queje de mi frustración es casi una anécdota.
Las elecciones por otra parte tienen ese mal gusto que se asemeja al duelo. Todo es pérdida. La vida no da oportunidades, da opciones, eso es muy distinto. Si optas, vas dejando algo atrás, algo herido. Entre tantas voces, tantas nuevas opciones, el murmullo se acrecienta y lo dejado atrás se queda adherido a todo lo que fue y no pudo ser y sigilosamente te sigue y te reclama y si lo escuchas, en algún momento, te consumirá, te matará. ¿Cómo pudiera explicarte que en cada camino que recorrí, en cada esquina en la que doblé, la incertidumbre me oprimía el estómago con violencia, haciéndome siempre dudar entre lo que quería y lo que debía? Entonces se me aparecían, bailarines, flotando, los viejos dolores, las antiguas decisiones, los caminos mal escogidos, el arrepentimiento, la culpa, los “podríahaberlohechomejor”. Pero no se pudo, no lo hice bien, me equivoqué.
Me acerco a las reuniones de los colegiados, cansada, muy cansada, con el estómago apretado, sabiendo que, entre ellos, hay suprahumanos, muchos, demasiados, más de los que quisiera, que con sus propios prismas van a estar inquiriendo, evaluando y sentenciando. ¡Son terribles! ¡ten cuidado! se acercarán a ti con amplias sonrisas, con gestos halagüeños, con palabras amables… ¡Ten cuidado! A nosotros, los precarios, nos desvisten, nos desnudan y entonces, cuando creemos que podemos apoyar nuestras cabezas en sus hombros, retroceden ofendidos y alienados, por quejarnos, nos latigan con sus lenguas bífidas, viperinas, inmaculadas. Mientras ellos caminan sobre terciopelo, te agotas el alma tratando de mantener el equilibrio en una cuerda floja. Te cuides o no te cuides. Haz lo que quieras, pero no digas que nadie te advirtió.
Te digo más, hay en nosotros, los precarios, una virtud que los suprahumanos jamás van a poseer. Ellos tendrán el afecto, los aplausos, son astutos, se ganarán el cielo, pero los posee el ego como un demonio. Por eso no podrían jamás ser la persona correcta, la amiga correcta, el esposo correcto y debes optar por dejarlos pasar, aunque después duela porque en ellos, nosotros los precarios transitamos desde el respeto al oprobio. Lo digo con vergüenza. Es que las personas equivocadas usan sus propios prismas y por lo mismo, carecen de la caridad suficiente para ponerse en el lugar de los otros y cuando lo hacen es solo para sentirse buenos y justos y santos. Es como si el ego les hubiera atrofiado el sentido de la lealtad y solo por eso, para ellos, los malos pueden volverse buenos.
Los precarios, al contrario, hemos tenido la gracia de percibir el dolor ajeno y contra nuestra voluntad hemos optado por lo correcto, dejando atrás lo que queríamos, lo que nos hacía falta o lo que merecíamos. Por eso podemos hacer lo correcto, aunque nos duela y lleguemos con ello a la blasfemia. Por eso, parecería que cambias de opinión o que no eres consecuente, pero no hay consecuencia mayor que esta: decir que eliges lo correcto y blasfemar por ello. Tal vez no lleguemos al cielo, tal vez ni siquiera a la tierra. Lo más probable es que la falta de ego nos mantenga en este limbo de los desadaptados, donde escasean o no existen las amplias sonrisas ni las frases de cortesía, donde la soledad puede carcomerte hasta los huesos del alma, pero da lo mismo. Después de todo ¿Quién eres tú? Un grano de sal en lo profundo del océano, nada más.
Te digo esto, mi pequeña niña, porque a veces, es necesario ponerle al corazón un letrero que contenga la frase “NO HAY VACANTE”
Freddy Mora | Imprimir | 81