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miércoles 04 de diciembre del 2024
Opinión 03-12-2024
UN ENCUENTRO EN LA PALABRA Taller Literario de la “AGRUPACIÓN CULTURAL GERMÁN MOURGUES BERNARD”
LA VENGANZA DEL TAXISTA
Mariano Roca
“Está claro… son unos desagradecidos, desleales y egoístas que no tienen valores ni principios”, se decía a sí mismo en esas reflexiones que llenaban sus horas de espera. No lograba entender la razón por la que cada día eran menos los que requerían sus servicios. Era como si se hubiesen confabulado… como si cada uno tuviese algo personal en su contra. Preferían cualquier otro taxi, menos el suyo.
Era cierto que tenía mal carácter, pero no por eso debían discriminarlo de esa manera. Sabía que no era ningún santo, pero tampoco pensaba que fuese tan grave que prodigara a diestra y siniestra insultos a los peatones. Y mucho menos, en su opinión, que les “sacara la madre” a los pasajeros cuando le pedían abrir o cerrar las ventanillas. ¡No pues!… debían entender que lo importante aquí era el chófer, o acaso no sabían que todo dependía de él; llegar a tiempo, evitar cualquier tipo de accidente… nadie, ni por muy limitado que fuera, podría desconocer que esa responsabilidad recaía en él. Por tanto, deducía, con lógica impecable, que quien debía ir cómodo era él y no los pasajeros. En consecuencia, quienes osaban hacer ese tipo de exigencias exageradas tenían bien merecidos los insultos.
Pero… ¿cómo agradar a seres tan desagradecidos? Ni siquiera sus mejores esfuerzos creativos habían logrado granjearse el aprecio del público. De nada había servido pintar la Vía Láctea en el interior del techo del auto. Tampoco las lecciones de astronomía que gratuitamente impartía durante los viajes. Y qué decir del río en miniatura que, para solaz de los pasajeros había instalado entre los asientos que, aunque a veces se desbordara, no dejaba de tener un bucólico encanto. Pero nada de eso agradecían. En un esfuerzo creativo sin precedentes había transformado la luneta trasera del auto en una pajarera en la que había todo tipo de aves, pero aun así su auto permanecía vacío y ocioso. Esta situación le produjo un amargo dolor que pronto se transformó en ira. Es presumible que fuese ese momento en el que empezó a fraguar su venganza.
Ya no dedicó más tiempo a buscar estrategias para atraer a potenciales clientes; como el brindis con aguardiente que tomaba “al seco” antes de iniciar el viaje encomendándose a san Cristóbal el mismo que había llevado a Cristo en sus hombros a diferencia suya que transportaba seres de lo más vulgares. Nada había tenido éxito. Ahora solo pensaba en la forma de vengarse de ese público ingrato que lo discriminaba por su cultura, sus buenas maneras y su porte apuesto de caballero inglés. ¡Era pura envidia! eso lo tenía muy claro.
Finalmente, tras mucho cavilar, resolvió que el mayor castigo que podía infligir a la masa ignorante era privarlos de su augusta presencia y dedicarse al comercio: vendería “sanguches de potito” … envenenados.
Freddy Mora | Imprimir | 129