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miércoles 02 de abril del 2025, Saludamos a Sandra
Opinión 01-04-2025
UN ENCUENTRO EN LA PALABRA Taller Literario de la “AGRUPACIÓN CULTURAL GERMÁN MOURGUES BERNARD”
EPIGRAMA
Antonia de María
Con mis brazos cruzados en el pecho, como las adolescentes de antes, como ocultándome, como ocultando, lejana, ausente, indiferente a las voces, a los murmullos, a la nada y al todo, me callo. Dejo que hablen de mí, que me observen, que me critiquen, que se rían, que lloren, no me conocen, no saben quién soy, dejo que sean espectadores de mi camino, incapaces de transitarlos. Yo sigo con mis brazos cruzados, indiferente a las voces, a los murmullos, a la nada y al todo, incluso al silencio.
Dicen que crece, como el ruibarbo en Magallanes, allá en el norte, cada cinco años, el “pata de guanaco”, un arbusto sombrío y resiliente, que teje con lágrimas rojas y azules perfectamente mezcladas, unos faldones morados o fucsias o lilas, para esa Cordillera coqueta, que parece que se viste para una fiesta o para intentar seducir al viento. El ruibarbo también, en su niñez, se viste de verde y cuando crece, opta por el rojo o el morado. Nadie sabe cómo sucede, lo cierto es que sí sucede, de repente, imperceptible e inefable, el desierto florido o el ruibarbo maduro y entonces, están. Simplemente están.
Así sucede con el perdón, un día nos damos cuenta de que lleva tiempo con nosotros y estamos en paz, no lo decidimos, no lo elegimos, simplemente floreció, como el desierto, maduró desde la herida, desde los huesos, desde el desastre, desde la nada y entonces sonreímos. Y ya habíamos perdonado. Perdonamos al amor infiel, al amigo desleal, al jefe ingrato, a la vida sórdida, al sacrificio inútil, a nosotros mismos, incluso a Dios. Pero no puedo decirles esto, no podrían entenderlo, no me creerían. Mi voz caería como una cascada, violenta, ruidosa, inaudible. No podrían escucharme. Ahora, en cambio, solo bebo una tibia taza de silencio. Me callo.
Con mis brazos cruzados, continúo mi viaje, soy privilegiada, el misterio me será revelado como se revela el color de una hortensia o como se abre una rosa al final del invierno; conoceré todos los secretos, no habrá desiertos nevados porque estarán tapizados de flores y de sol; el desierto solo será desierto, un espacio pequeño e infinito, sin frontera y sin cerca, un espacio vacío y completo. Me callo. Mi cuerpo cae en el agujero oscuro con los brazos cruzados en el pecho, ocultándose, ocultándome, mientras yo, dueña del silencio, atravieso la atmósfera, en busca del cielo.
Freddy Mora | Imprimir | 158