lunes 06 de enero del 2025
El Diario del Maule Sur
FUNDADO EL 29 DE AGOSTO DE 1937
Hoy
Opinión 04-01-2025
VIAJE DE IDA
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Tily VergaraTenía todo preparado para ese largo viaje. Cuando le nació la idea, organizó con detalle para que nada entorpeciera su gran proyecto de vida.En una antigua maleta permanecía, delicadamente doblado, el traje que usó en tres ocasiones: la licenciatura de su hijo, el matrimonio de una sobrina y la graduación de su nieta. Era un traje con motivos chinescos con un fondo verde oscuro con ribetes negros y figuras diversas que más parecían un bosque después del incendio. Alguien se lo regaló muchos años atrás y lo conservaba como quien lo hace con una preciada joya. Y se acercaba el momento para usarlo por última vez en este viaje de ida. En un pequeño cofre depositó algunas joyas de escaso valor pero muy hermosas; nunca fue partidaria de usar caras alhajas porque, afortunadamente no las consideró necesario y tampoco contaba con los medios para darse ese lujo. Tenía muy presente esa frase que “la persona debe brillar por su esencia y no por lo que le adorna”. Con el paso del tiempo comprobó que era la pura y santa verdad. El cofrecito lo dejaba de recuerdo a la nieta.El dormitorio era muy amplio con un gran ventanal, desde allí podía apreciar el movimiento del mundo, atarantado y torpe, que corría sin descanso, de aquí para allá, como buscando algo perdido lo que desorientaba a las personas, a tal punto que se confundía lo bueno con lo malo, ya no se sabe si actuar de tal manera está dentro de los libelos acusatorios o de las bondades del buen vivir. Todo se confunde. Este mundo atarantado y torpe la hace pensar que es absolutamente necesario emprender ese viaje para encontrar algún ambiente tranquilo y acogedor. En eso medita, mientras busca algo que le queda pendiente, ah, sí, ese cuadro que cuelga de la pared, es una reproducción de una pintura de Molina Campos, una escena costumbrista de noche de Navidad donde se destaca un brasero con gente alrededor, con las características típicas del estilo del pintor, personas con sus facciones exageradas pero que dan la expresión exacta de la naturaleza de cada uno, un ambiente hogareño propio del campo de antaño, donde la sencillez se establecía para quedarse dentro de la alegría plena de la gente humilde, pero rica en generosidad. Sacude el polvo y lo envuelve en un tapete que tejió tiempo atrás. También lo guarda en la maleta, porque es algo valioso heredado de sus padres. Todo los otros objetos, cada uno con pequeños recuerdos a cuesta, lo ha regalado a las personas que merecen tenerlos. Le queda solo un trámite: ir a firmar ante Notario un documento importante.Da unos pequeños golpes a la maleta que acaba de cerrar como diciendo “voy y vuelvo”.Un tanto mareada por el ambiente acústico enardecido por el tufo vehicular se encamina a la calle Sotomayor, hace un breve descanso antes de subir el desnivel de la calzada e introducirse a la oficina notarial. Hace su trámite sin contratiempo y decide encaminarse a la plaza que queda muy cerca. Una pequeña armonía se tiende en su espíritu al apreciar la fresca sombra que proporcionan los viejos y pacientes árboles. Observa a los peatones y se distancia de ese mundo que le perturba los sentidos y la aprisiona en esa la desesperación que se acrecienta con las horas, día a día. Cierra los ojos y ve pasar su vida en un solo momento; más alegrías que penas? O ¿más penas que alegrías?. Hay un breve balance, la medida es exacta, tal cual como en aquellos tiempos que se compraba el azúcar y la yerba a granel y en un fino papel de envolver el almacenero con gran habilidad echaba la cantidad exacta y hacía balancear la pesa, y la aguja indicaba el cuarto, el medio o el kilo, todo balanceado, ni más ni menos. Luego enrollaba suavemente los extremos para
que el material no se derramara. Así es la vida, pensó, es fácil quejarse pero como dijo Nervo “uno es el arquitecto de su propio destino”. “No hay nada más que hacer”, pensó –Mientras caminaba analizó los detalles de su viaje sintiendo congoja por lo que dejaba, lo que extrañaría por estar lejos de allí y algo sacudió su interior como si tocara una puerta jamás abierta y que de pronto le hiciera ver un espacio confortable y hermoso, donde miles de personas le sonreían a medida que avanzaba por un largo pasillo, muchos rostros conocidos, cada uno de ellos había participado en su vida dejando una especial huella digna de recordar, los niños eran sus hijos de pequeños, sus hermanos, sus padres, sus compañeros de colegio; todos le sonreían y hacían señas como dando la bienvenida. Primavera de Vivaldi a todo dar como música de fondo, la vereda cubiertas de flores silvestres de color azul y amarillo. Era la plena felicidad. Su padre se le acercó, la abrazó, lo sintió vivo, igual como antes de que se fuera para siempre, ahí estaba con sus ojos más azules que nunca, no decía nada pero lo decía todo. Era el viejito querido de siempre, el que respondía sus preguntas sin titubear, el que le recomendaba artículos para leer, el que compraba la revista “En Viaje” que Ferrocarriles del Estado emitía mensualmente para entretener a los viajeros con diversos temas de actualidad, cultura y entretención. Verdaderas joyas que se desvanecieron en el tiempo y solo quedan vestigios en alguna biblioteca o en alguna vieja casona. También traía a casa Selecciones del Reader´s Digest, El Clarín y El Mercurio del día domingo. Inolvidable todo aquello. Sintió el abrazo de su querida madre, con esa mansedumbre de siempre, pendiente de todo, invadiendo de ternura el quehacer cotidiano; brindando aquella paz que sólo ella sabía dar. Volvió a ser niña y de todos lados venía esa cálida sensación que es corta pero, a la vez intensa, la felicidad. Cuánto duraría aquel estado de plena armonía? Era como viajar a otros confines, sin ruidos, solo el suave clamor natural de la brisa, la entonación de lejanas melodías que la hacían levitar inexplicablemente y surcar los aires como un sonido más. Poco a poco se alejaban las imágenes confundidas en el celeste firmamento disueltas y etéreas, mientras ella bajaba lentamente hasta llegar al suelo firme.Se sobresaltó al ver a un ser extraño que le tocaba el hombro – señora – se ha quedado dormida, es peligroso que esté sola – le recomendó antes de marcharse.Como si volviera de un largo viaje paró un taxi y volvió a casa.La maleta estaba en el mismo lugar, - espera un poco – le susurró como si el objeto hubiese cobrado vida.Hizo correr el agua del lavamanos y el cristalino sonido le recordó cuando ayudaba a sus hijos en la simple rutina de asearlos y apurarlos para el desayuno y la escuela. Parecía verlos; pequeños y tan dependientes de ella, y hoy, sola; confinada a esa vacía casona que en otros tiempos cobijó a mucha familia. Deslizando los dedos por su cabello como para apartar ideas tristes se propuso a seguir el plan.Se dirigió al dormitorio para coger su maleta y cartera. Respiró hondamente para exhalar cualquier vestigio de nostalgia. Tomó el celular para llamar un taxi pero no alcanzó por la entrada de una llamada; maquinalmente hizo la conexión. Antes de contestar escuchó una alegre voz: “Mamá, vamos en camino, del aeropuerto a casa, a nuestra casita querida, te hemos extrañado mucho, mamita. Allá conversamos. Besos”.Y todo lo que había planeado se esfumó, así de rápido.
Freddy Mora | Imprimir | 283